Notas de un lector

Bajo otro tiempo

Lo que el lector encontrará al pasar estas páginas, es un puñado de excelentes textos, que escriben la intimidad de un sujeto lírico que mira en derredor y sigue asombrándose de las pequeñas y hermosas cosas que la cotidianeidad concede

La reciente aparición de “Bajo otro tiempo” (Visor. Madrid, 2013), nos acerca la nueva aventura lírica de Juan Van- Halen.
Avalado por el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla, el poeta madrileño -que diera a la luz su primer poemario, “Lejana palabra” en 1963, y cumple, pues, sus bodas de oro al pie del verso-, ofrece muestras de seguir en plena forma y con su habitual virtuosismo, ha sabido vertebrar un volumen donde se alterna lo vivido y lo recordado; y donde muchos de los escenarios y los protagonistas memorados, surgen de la emotiva melancolía de un yo poético que intuye no volverá  ya hasta ellos.

     En la “noticia” que el propio autor firma como prefacio a estos poemas, anota que fueron escritos  entre 2001 y 2012 y, que si bien la temática no dista de sus anteriores entregas, la libertad formal elegida sí ha sido una variante sustancial como contrapeso a su habitual y mayoritaria dedicación al soneto.
Al cabo, lo que el lector encontrará al pasar  estas páginas, es un puñado de excelentes textos, que escriben la intimidad de un sujeto lírico que mira en derredor y sigue asombrándose de las pequeñas y hermosas cosas que la cotidianeidad concede, y que se inquieta y se revela contra la indigna condición en la que cae en ocasiones el ser humano.

     Dividida la entrega en tres apartados, “Sueños e insomnios”, “Recuerdos y olvidos” y “Nombres y geografías”, se intuye en ellos un nexo común, y es el del amor como motor del mundo: “Yo moriré de amor un día cualquiera/ al pairo de la dudas”, escribe en “Mi lengua es ojo”; para añadir, poco después, en su poema, “Una sombra”: “Sólo existe un amor y lo buscamos/ día tras día, duda/ tras duda, con desesperación y certidumbre”.
A través de él y desde él, Van-Halen contempla un horizonte vital donde surgen quimeras, dichas, desolaciones, esperanzas…, mas todas ellas tamizadas por la solidaria persuasión de los días por llegar: “Vive como si nada tuviese fin,/ como si nunca fuese a despertar el alba/ de la amarga impostura”.

     Mención especial merece el poema “Mi padre”, una elegía conmovedora, doliente, -¡tan distinta y distantev.g, de aquella que Vicente Aleixandre incluyera en “Sombra del paraíso”, bajo el título de “Padre mío”!-, donde el vate madrileño confiesa la ausencia prolongada, imperdonable, de quien comparte la misma sangre, pero permanece siempre lejano: “No fue mi padre aunque lo era,/ no fue mi padre junto a mí, ni tuve/ su mirada en las dudas del camino (…) El niño se hizo hombre/ y las preguntas fueron hogueras sin respuestas./ Y estas sean acaso mis lágrimas más tristes,/ porque es este es el poema,/ el único poema/ que llevará su nombre./ Y es tarde ya,/ muy tarde”.

Una vida entera, en suma, la que Juan Van-Halen  envuelve y vuelve palabra exacta, verso preciso, entrelazada a la memoria de un hombre que quiso ser aviador, marinero y alpinista, y tantas cosas más,  pero que por exceso de prudencia, llegó, eso sí, escalando, hasta las más altas cotas de la poesía. Y desde donde seguirá, a buen seguro, derramando su lucidez verbal: “Contra el tiempo, puñales sin medida”.

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