Lo que queda del día

La ciudad de los privilegios

Antonio Gallardo nos ha dicho adiós en una semana en la que la política ha desprendido de valor estético el privilegiado sentido de pertenencia a Jerez -”la octava maravilla del jardín de mi querer”-

En una semana de obituarios  persistentes e inevitables, de adioses y tallas de nombres ilustres sobre el mármol frío y distante de los cementerios, Jerez ha dejado caer también su velo negro sobre los recuerdos de una admirable figura, la de Antonio Gallardo Molina. Este viernes, la “guitarra mora” puso definitivamente “crespones en su compás, y de luto para los restos se vistió la soleá”.

Gallardo, a quien su pueblo natal designó hace cuatro años como Hijo Predilecto -él mismo se preocupó de buscar en el diccionario la acepción para asimilar el auténtico significado de quien iba a ser distinguido por “ser amado con voluntad honesta”-, ha vivido también para disfrutar de esta nueva edad de oro de la Copla al calor de las televisiones y el empeño revitalizador de artistas como Miguel Poveda, cuyo talento ha lustrado para los desconocedores del género, y también del flamenco, algunas de sus piezas magistrales. Lo hizo orquestando, junto a Joan Albert Amargós y Chicuelo, esos cuatro capotes que son la quintaesencia del piropo insuperable a la tierra, al folclore y al arte. Ya saben: “San Telmo se asoma a sus playas/ la plazuela abre puertas al sol/ y la copla no tiene murallas/ y se asoma la cara de Dios./ Porque Sevilla, Sevilla y Jerez/ son la octava maravilla del jardín de mi querer,/ copla que es cejilla de la tonadilla/ pa que caigan de rodillas los que saben entender”.

Posiblemente, a raíz de su muerte, de las evocaciones que se vienen multiplicando en las últimas horas acerca de su legado artístico, muchos terminen por descubrir que fue Antonio Gallardo quien les encogió el corazón con sus versos interpretados sobre un escenario; puede que incluso recuerden haberse cruzado con él por la calle o haber asistido a alguno de sus pregones, y ahora lamenten no haber aprovechado la oportunidad de reconocerle y agradecerle su desbordante capacidad creadora, pero nos sigue cegando la falsa trascendencia con que arropamos a la fama, a la que muy pocos habrían llegado sin la exquisitez previa de nombres propios como el de Antonio Gallardo. Descanse en paz.     

Gallardo, que retrató -en el doble sentido de la palabra- los prodigios de su ciudad natal, nos ha dicho adiós en una semana en la que la política ha desprendido de valor estético el privilegiado sentido de pertenencia a Jerez -“la octava maravilla del jardín de mi querer”-.

En ese ámbito, en el de la política, no obstante, cabe hablar de necesidades más que de privilegios, aunque citar a la necesidad sea causa común en todas las ciudades españolas en estos momentos.

La reestructuración de la deuda financiera del Ayuntamiento, la inclusión de Jerez en el Plan de Empleo de Diputación y las nuevas prebendas que llegan a la calle Consistorio vía Gobierno central -caso de los fondos del Profea-, han llevado al PSOE provincial a pensar lo contrario, que el privilegio pesa sobre la necesidad, o que dicha necesidad no es solo económica, sino electoral. En el fondo es como si viviéramos inmersos en el mismo bucle temporal de años anteriores, en la evocación de historias pasadas, de claves reiterativas, que pasan por la significación política de Jerez en el marco de la provincia, de su trascendencia en el mapa, y no precisamente la geográfica, sino la del reparto de cargos y responsabilidades.

Es cierto que vivir en Jerez es un privilegio -como en muchos otros lugares de la provincia-, pero esa condición “especial”, entendida casi como un desprecio hacia otras ciudades, que ha jaleado los debates de esta semana, tiene poco que ver con la apreciación personal y mucho con la necesidad de mantener la guardia -con las instrucciones de manual del bipartidismo en vías de extinción-; unos, de cara a significar avances y titulares alternativos y optimistas, y otros empeñados en evitar las distracciones y en enfocar la atención en causas comunes, en EREs y desahucios.

El PSOE tiene razón en una cosa: por este camino puede que sea otro el que tenga que pagar la cuenta, pero tampoco debe olvidar a quién ha correspondido pagar la que le dejaron apuntada en junio de 2011, porque eso de dar puntapiés a la deuda hacia adelante es un deporte que ya inventaron otros -con bastante repercusión, por cierto-.

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