La Gatera

Locos sueltos

Una vez más las páginas de los periódicos se nos han llenado de sangre esta semana...

Una vez más las páginas de los periódicos se nos han llenado de sangre esta semana. Un chico esquizofrénico de 34 años ha matado a sus padres y a su hermana en su domicilio de Dos Hermanas. Un caso más en el que las víctimas son todos, incluso el asesino. No me mire así, que si ese enfermo hubiera estado atendido en condiciones, servidora estaría escribiendo de otra cosa.

Sobre la polémica ley de Salud Mental que se aprobó (con todos sus vaivenes) en el 1984, siempre ha sobrevolado la sombra de la duda de su efectividad. Y a raíz de sucesos como éste, los diario digitales se llenan de comentarios de toda índole. Desde los que culpan al PSOE y aquel “Salta la tapia” (¿se acuerdan?), hasta los que piden que miremos a otro lado porque tampoco es tan grave.

No creo que encerrar a un enfermo bajo llave, o aplicarles tratamiento de electrochoque (se aplicaban, no exagero), sea lo correcto. Pero tampoco creo que lo sea dejar la responsabilidad en manos de sus familias. Enfermos que con el paso del tiempo quedan a cargo de padres ancianos que no pueden gobernar la situación, ni moral ni físicamente, y que en ocasiones terminan siendo sus víctimas mortales.

La solución es difícil, ¡por supuesto! Pero no imposible. Dentro de estos recortes sanitarios que estamos sufriendo debe de haber prioridades. Y los enfermos mentales desde luego que lo son. Así que no me vengan con la milonga de que es inhumano que el enfermo mental esté recluido, que ustedes abren la puerta porque les sale más barato. Pero cada caso debe ser tratado con las medidas de lo que sea necesario. Y hay reclusiones y reclusiones.

Hace unos días leía que algunas asociaciones de familiares de enfermos mentales se habían manifestado contra el espectáculo Manicomio de los Horrores, con el lema “La enfermedad mental no es un circo”. Tienen toda la razón y entiendo la desesperación de estas familias. Por un lado se encuentran solos para atenderlos (de la Ley de la Dependencia, ni hablamos), y por otro ven como les perdemos el respeto. Yo misma les he llamado locos en este artículo… Mala cosa.

Familias solas y enfermos estigmatizados que en el peor de los casos la única tapia que les queda para saltar es la del cementerio.

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