Lo que queda del día

El problema de la mala educación

Ironías del progreso: la generación mejor formada del país, puede pasar también por ser la peor educada

Ayer paseaba por la acera de la Avenida Voltaire, después de comprar el pan, cuando me vi obligado a echarme a un lado para dejar pasar a un ciclomotor, con dos ocupantes a bordo, que circulaban sin el menor sonrojo, como el que transita por la salida de boxes de un circuito camino de la pista.

Todavía durante su recorrido obligaron a apartarse a una familia entera -padre, madre, niños y abuela- mientras seguían su curso hasta el límite mismo de la acera e incorporarse a la circulación. Por el gesto que puso el padre de los niños pude deducir que se debatió en apenas una fracción de segundo entre cagarse en todas sus castas o reprimir el violento contacto verbal con la pareja de descerebrados que, por el mero hecho de ir sobre una moto, pensaban que tenían prioridad sobre cualquier peatón que les saliese al paso.

Optó por lo segundo, pero se quedó con las ganas de lo primero, casi tanto como yo. No sé si era consciente del caso del tipo que el otro día se bajó de su moto en La Asunción y apuñaló a un peatón por recriminarle que iba muy rápido o, simplemente, ha perdido toda esperanza de enderezar la educación de una generación que, ironías del progreso, cuenta con los mejores medios y la mejor formación disponible en el ámbito de la enseñanza.

El problema, es evidente, no está en las aulas, no está en la enseñanza, está en los hogares, que es donde se forja la auténtica educación, la buena y la mala. Escribía ayer Carlos Colón que “plantear mal los problemas, hace imposible solucionarlos”, y en nuestro país miramos con lupa qué educación reciben nuestros hijos en clase, pero no la que les inculcamos en casa

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN