Notas de un lector

Un avatar perplejo

En el conjunto de su quehacer, puede adivinarse la sutil fusión que el autor valenciano lcanza al conjugar lo coloquial y lo culto, lo elevado y lo ínfimo

Publicado: 11/06/2024 ·
11:58
· Actualizado: 11/06/2024 · 11:58
Autor

Jorge de Arco

Escritor, profesor universitario y crítico. Académico de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras

Notas de un lector

En el espacio 'Notas de un lector', Jorge de Arco hace reseñas sobre novedades poéticas y narrativas

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En la primavera de 2021, Rafael Soler reunió en “Vivir es un asunto personal” el total de su obra poética. A su primera entrega, “Los sitios interiores” (1980) -accésit del premio Juan Ramón Jiménez-, le sucedería casi cuarenta años más tarde “Maneras de volver”. Tan larga pausa no fue, en verdad, sino una tregua vivencial y empírica que iba a devenir en un espacio y un tiempo líricos de abundante riqueza versal. Porque su producción en la década siguiente sumaría cuatro poemarios más: “Las cartas que debía” (2011), “Ácido almíbar” (2014), “No eres nadie hasta que te disparan” (2016)y “Las razones del hombre delgado” (2021).

En el conjunto de su quehacer, puede adivinarse la sutil fusión que el autor valenciano (1947) alcanza al conjugar lo coloquial y lo culto, lo elevado y lo ínfimo, lo onírico y lo verdadero, en un intento de hallar en el enigma de la palabra un decir concordante, destinado a alumbrar lo más terrenal. Y en esa búsqueda sustantiva, ajena al azar, hay también una acentuada fidelidad cimentada en los acontecimientos que no son sólo propios, sino comunes. La extensión de su mirada, esenciada en derredor de lo plural es, a su vez, un valor añadido que pareciera coincidir con el daimon socrático: un intermediario capaz de unir lo que está por encima de lo establecido, capaz de fusionar las partes esenciales de la belleza: cuerpos, actos, sentimientos y pensamientos.

Ahora, en “Memoria y no” (Huerga y Fierro. Madrid, 2024), Rafael Soler se vale de un lenguaje metafórico para formular libremente las preguntas y respuestas a los estados de ánimo que convoca su espíritu. Frente a una realidad fragmentada, sucesiva, el yo lírico no elude lafragilidad que acontece desde su propia condición humana. Por eso, con el fulgor de su palabra, acomete la manera de habitar la piel y las entrañas de lo íntimo: “Álzate memoria/ y dime si así/ en buen perdedor constituido/ tendrá mi jornada otro tamaño (…) desnudaré el corazón/ para hacer del mar escaparate/ del sol un avatar perplejo”.

Dividido en tres apartados, “A reloj candente podríamos decir”, “Limpieza semanal con un cuchillo” y “Pabellón cinco, al viento los manteles”, el volumen se abre al misterio, a la evidencia, a la meditación, a través de una apelación a lo inmanente, a todo aquello que es cosustancial a lo finito. Con un verso sugestivo, provisto de un mensaje cicatrizante, de simbólica eficacia, los poemas se suceden en una suerte de meritoria connotación: “Primera puerta al frío/ paradoja del que mucho amó/ sin entregarse/ vengo/ uno por uno a descontarme/ acera impar de mis errores (…) bajen puños los armados por amados/ desista en su empeño/ el humo celeste que me envuelve”.

Desde una contemplación abarcadora que trata de entender la estatura de su misma existencia,los poemas aquí reunidos tienen una unidad vitalista. Orillados en una variedad de experiencias reveladoras, se sirven, también, de una esencia perdurable, participativa, que convierten el conjunto en un poemario donde Rafael Soler dialoga con lo humano. Y lo torna hondamente suyo, hondamente nuestro: “Quiero hacer/ del corazón una campaña/ lo prometo (…) quiero con permiso hacer de mí/ un asunto remediable os lo prometo/ que sea transitorio/ este pasar página/ sin páginas”.

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