España

Entre la valentía y el error de José Manuel Trillo

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Todo Jerez conoce perfectamente a José Manuel Trillo, una persona capaz de lo mejor y de lo peor (como cualquier persona) en su faceta de sindicalista. Ha sido siempre en los últimos 25 años el primero que se ha puesto al frente de los trabajadores cuando ha sido necesario y el primero en enfrentarse a quien hiciera falta, estuviera o no justificado, por defender sus ideales sindicalistas. Y de toda esa lucha, junto a la labor social que ha impulsado en estos años, ha sacado el reconocimiento y el rechazo de una parte y la otra de la sociedad jerezana, aunque todos siempre le hayan reconocido su capacidad de defender sus ideas con valentía y convencimiento. Sin embargo, ahora José Manuel Trillo da la impresión de que ha podido perder el rumbo y se ha metido en un callejón sin salida y sin sentido, al anunciar que está dispuesto a iniciar una ‘huelga de insulina’ (es decir, dejar de tomar este medicamento pese a ser diabético) si no se logra un acuerdo con la empresa Imesapi, encargada del servicio de mantenimiento y reparaciones de las redes de abastecimiento de agua y alcantarillado de la ciudad, al exigir que sea toda la plantilla actual la que sea subrrogada en la renovación de la concesión sin perder ninguno de sus derechos adquiridos. Y aunque hay que reconocerle su valentía de tomar esta medida (que estará respaldada por seis trabajadores que iniciarán una huelga de hambre) es un grave error, no sólo porque pone en juego su propia vida o los daños que pueda ocasionar estar un tiempo sin este medicamento vital para él, sino porque el caso de Imesapi es sólo la punta de ese iceberg que está generando la crisis económica. Porque todo el mundo sabe que lo mismo que está pasando con esta concesionaria puede pasar en breve con otras muchas. Y entonces ¿qué va a hacer? ¿Permanecer eternamente en una ‘huelga de insulina’ hasta que solucione todos los problemas de la ciudad?. Sin restarle ni un ápice del mérito que tiene esta decisión, simplemente representa una huida hacia ningún lado, un error personal grave y, quién sabe, quizás una equivocación social, porque ya en su momento, cuando fue condenado e indultado, la ciudad le dio la espalda y nada hace pensar ahora que fuera a reaccionar de distintas manera.

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