La escritura perpetua

Los ultras

El ultra persigue de una manera violenta la diferencia, en lugar de reconocerse en el otro

Una de las mejores definiciones que se han hecho de la soledad dice que “la soledad es uno que se encerró”. Un ultra es una persona presa en sí misma, encerrada en un habitáculo siniestro de su propia mente que le ha dejado sin oxígeno, incapaz de razonar. Un ultra no tiene ideas, pero tiene una navaja. Y ha llevado a un extremo absurdo y criminal la necesidad de identificación, y de vestirse y pintarse como algunos para diferenciarse de los otros. El ultra persigue de una manera violenta, y para él angustiosa, la diferencia, en lugar de reconocerse en el otro, de pensar: “Soy como tú”. El dramaturgo inglés Arnold Wesker estrenó en 1959 la obra ‘La cocina’, que ahora se repone en Madrid, una colosal pieza teatral con 26 actores que critica el racismo, los muros que el propio ser humano construye para separar a unos de otros. Y escribe Arnold Wesker, lleno de pesimismo: “El mundo podría ser un escenario para Shakespeare, pero para mí es una cocina de un gran restaurante donde la gente entra y sale sin que permanezca lo suficiente como para comprenderse mutuamente”.

Los ultras no tienen colores. No se identifican ni con el Sevilla FC, ni con el Legia de Varsovia, ni con el PSV Eindhoven, ni con el Atlético de Madrid. Esos equipos simplemente son la excusa para la actuación demencial de los ultras. Porque el único nexo de unión de los ultras es la violencia. Su patria, el terro.
Ese grupo de unos 50 radicales que el lunes de la pasada semana irrumpieron en un restaurante de la calle Reyes Católicos, en pleno centro de Sevilla, para agredir a unos seguidores italianos de la Juventus que cenaban tranquilamente, no son del Sevilla:  son de la barbarie. Como todos los ultras. No tienen colores, sino pasamontañas. No les vemos el rostro, porque son el horror. Que se mueve de un lado para otro. Cada vez asoma en un sitio distinto, y cada vez más frecuentemente. Porque cada día son más. Y están alcanzando mayor poder. Incluso poder político en algún país. Están por todos los lugares. Vivimos malos tiempos. Sergio Peris-Mencheta, director de ‘La cocina’, de Arnold Wesker, acaba de decir: “La paz simplemente es una guerra que duerme la siesta”.

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