Gente, lugares y tradiciones

Padres Paúles de Pamplona

Pudiéramos haber elegido al azar cualquiera de las comunidades de los paúles en España, e incluso en el mundo. Todas son meritorias; pero ésta de Pamplona la vemos de una sublimidad sin límites al manifestarse profundamente el espíritu solidariamente vicenciano de sus miembros.

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    Evangelizare pauperibus misit me (se me ha enviado a evangelizar a los pobres). Tal es el lema de la Congregación de la Misión, a la que pertenece la Comunidad de Padres Paúles de Pamplona. El original y acogedor edificio pamplonés de los paúles, en cuyo pináculo se alza una impresionante imagen de la Virgen Milagrosa, alberga en su centro la iglesia homónima. Fue construido el inmueble a finales de los años veinte y se inauguró el 19 de Julio de 1930, fiesta que era de San Vicente de Paúl, patrón de la Congregación de los Padres Paúles. A finales de los años cuarenta se le añadió el bloque que conforma las aulas de enseñanza, bajo las cuales se abre un imponente frontón. El popular sector en el que se ubica la edificación vicenciana se conoce hoy como barrio de la Milagrosa, en otro tiempo denominado el Mochuelo, a las afueras de la ciudad.

   

Para la presente crónica pudiéramos haber elegido al azar cualquiera de las comunidades de los paúles en España, e incluso en el mundo. Todas son meritorias; pero ésta de Pamplona la vemos de una sublimidad sin límites al manifestarse profundamente el espíritu solidariamente vicenciano de sus miembros: anexo al edificio principal se levanta desde 1967 la residencia que hospeda a los padres paúles y hermanos que durante décadas gastaron su tiempo y energías en la excelsa misión que se les había encomendado. Ahora, envejecidos y enfermos o impedidos, deshojan sus postreros días en el cálido ambiente del generoso compañerismo que les brindan sus colegas y disfrutan de la puntual atención social, humanitaria y médica que en todo momento les dispensa el equipo de profesionales y hermanas a su cuidado. Ellos lo habían dado todo por nada y ahora, sin nada, lo tienen todo.

 

  El Colegio de los Paúles de Pamplona, donde en régimen interno se impartía la enseñanza de los cuatro años del bachillerato elemental -y consta que con una magistralidad que ya quisieran para sí muchos institutos de secundaria-, estaba orientado principalmente a la vocación religiosa. Los alumnos que, terminados sus estudios, deseaban continuar, ingresaban en los seminarios propiamente dichos que regentaban los propios paúles. Tal era, entre otros, el seminario de los paúles de Limpias, en Cantabria. En la actualidad, disminuídas las vocaciones religiosas, no se dan clases en este Centro y el bloque de aulas está arrendado a un instituto politécnico, que funciona independientemente, lo mismo que el lateral izquierdo del edificio, que aloja el Proyecto Hombre, de Navarra. Los pocos discípulos adheridos a la comunidad religiosa estudian en centros de la capital.

 

  Muchos alumnos de entre los esplendores del pleno rendimiento del Colegio, allá por los años cincuenta y sesenta, por citar un ejemplo ya distante, aún recuerdan cariñosa y nítidamente a los padres Langarica, Leoz, Giménez, Díez y, sobre todo, al padre Sagredo, de Olite, con toda probabilidad uno de los mejores organistas y compositores de su tiempo. No pocos iniciaron sus estudios de piano -había un piano en cada aula- gracias al padre Sagredo. Algunos son admirables músicos hoy día. Los viejos alumnos comentan que aún se sienten felices de haber colaborado entusiásticamente en la construcción de la piscina, que placenteros días proporcionó. La piscina se fue con las huertas del complejo, mas no se ha borrado de la memoria.

  

 La casa de los Paúles de Pamplona pertenece, como se adelantó en las primeras líneas, a la Congregación de la Misión. En España hay cuatro grupos provinciales o provincias canónicas de Paúles. Pamplona pertenece al grupo que se denomina ‘provincia de Zaragoza’. El origen de la Congregación de la Misión se remonta al 17 de Abril de 1625, cuando San Vicente de Paúl llegó en Francia a un acuerdo con los señores de Gondi. Mediante dicho acuerdo, Vicente de Paúl se comprometía a atender misionalmente a los habitantes de las tierras de los señores de Gondi, quienes al efecto le cedieron a aquél un colegio, amén de dispensarle una pequeña pero oportuna pensión.  

    Con el tiempo, formada ya la Congregación de la Misión, creció la caritativa obra de Vicente de Paúl y sus colaboradores. En 1633 el Papa Urbano VIII aprobó la Fundación del misionero francés. Aunque al principio se trataba de una obra misional secular, posteriormente algunos de sus miembros abrazaron el sacerdocio, continuando en calidad de tales su servicio de misiones y de caridad. La Congregación se expansionó a otros continentes -América y Asia- a raíz de la revolución de 1789. Antes había establecido delegaciones en Italia, Irlanda y Polonia. La primera Congregación de la Misión en España funcionó en Barcelona en 1704. En 1902 se dividió en dos provincias, la de Barcelona y la de Madrid. En 1969, atendiendo a su crecimiento, la provincia misional de Madrid se subdividió en las de Madrid, Salamanca y Zaragoza.

  

 Los miembros de la Congregación de la Misión ejercen principalmente sus actividades en los terrenos de: obra misional en países pobres, educación e instrucción religiosa y seglar, atención a personas enfermas y encarceladas y servicio de parroquias. La Congregación, en su rama femenina, incluye asimismo a las Hijas de la Caridad, que gastan sus vidas al servicio de pobres, enfermos y desvalidos. En 2005 las Hijas de la Caridad recibieron merecidamente el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia. Tan alto galardón les fue otorgado “por su excepcional labor social y humanitaria en apoyo de los desfavorecidos, desarrollada de una manera ejemplar durante cerca de cuatro siglos, y por su promoción, en todo el mundo, de los valores de la justicia, la paz y la solidaridad”.

  

 Por extensión, el gran Premio 2005 de la Concordia honra también a los Padres Paúles. Entendemos que particularmente gloría a los Padres Paúles de Pamplona, que en el regazo cálido de la Residencia de la Milagrosa cuidan con sumo desvelo a aquellos sus hermanos en la fe que lo dieron todo, hasta la salud y la vida, a cambio de nada. Mejor dicho, a cambio de procurar felicidad a los más necesitados. Reciban todos ellos la más profunda admiración y el aplauso más sonoro y sincero.     

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