En román paladino

Discos duros

¿Qué pactamos, amigos? Dicen los demás partidos.

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No se puede ser maniqueísta. La dialéctica de  buenos y malos  o  corruptos e incorruptibles no funciona por los ejes derecha/izquierda sino por la envergadura  moral de los dirigentes de los partidos y por las normas internas y la transparencia  obligada a la que se sometan las organizaciones. Todos los partidos tienen sus almas en algunos armarios.  Las almas puras son del otro mundo, en éste sólo existen personas honradas - o no-  y partidos que cumplen - o no - la ley. Fue Madison el que escribió que “si los ángeles gobernaran a los hombres no sería necesario imponer controles internos ni externos sobre el gobierno”.  Con los ángeles nos ha pasado lo que  sabía Rafael Alberti:”Te dormiste/ Y ángeles turbios,  coléricos/ la carbonizaron / Te carbonizaron tu sueño.” Y carbonizados estamos.

Lo que le sucede al PP es que no se trata de casos aislados, ni de dirigentes locales, ni de despistados mandos provinciales sino que se  descubrió, por  la policía y los jueces,  el empleo  de tramas organizadas para financiarse en b, en negro o como  se le quiera denominar a lo que signifique la sobrefinanciación de un partido político,  más allá de los abundantes canales oficiales de financiación,  no hay día que un sobresalto no afecte a la salud moral de ese partido. La otra –la financiera- debe ser rebosante.

Javier Pradera, una de las plumas más agudas del casi finiquitado periodismo clásico español del tardofranquismo y de la transición, describió como nadie los males de la corrupción en la política de los años 80, que afectaron especialmente al PSOE,  porque gobernaba en la mayor parte de las instituciones,  y conocía perfectamente que la desconfianza en el que administra lo de todos es fundamental para el buen funcionamiento de una democracia que aspire a impedir los abusos y las tentaciones de la codicia, posible siempre  en el gobernante no sometido al minucioso escrutinio de los ciudadanos.

Los treinticinco   borrados sistemáticos, tirada a la basura   y los atentados  destructivos a los ordenadores   -como describe la jueza de instrucción del 32 de Madrid- que pudieron darse en la sala Andalucía ¡ya es mala suerte para nosotros andaluces! de la planta tercera de la calle Genova nº 13 –sede del PP- usada por el Sr. Bárcenas  traspasa lo grotesco para convertirse en sospechosamente delincuencial. ¿Qué pactamos, amigos? Dicen los demás partidos.

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