El ojo de la aguja

La trampa

Ahora que estamos en época de “cacerías”, y nunca mejor empleada la frase, le viene a uno afortunadamente los desaparecidos tiempos de las trampas, con las que muchos aficionados a la modalidad de la caza, acudían a los campos para cazar indefensos pajarillos

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Ahora que estamos en época de “cacerías”, y nunca mejor empleada la frase, le viene a uno afortunadamente los desaparecidos tiempos de las trampas, con las que muchos aficionados a la modalidad de la caza, acudían a los campos para cazar indefensos pajarillos. Trampas y cepos en las que caían, eso sí, las avecillas más tontas, aquellas que,. confiadas, picaban por sustentarse con las miradas puestas en los cielos románticos de sus altos vuelos. Y otras,. ávidas del gusanillo de cebo, o de la hormiga alada, para sustentarse y poder llevar el alimento a sus crías.
     Unos y otros caían en la trampa, como impúbero conejillo o la liebre que va a ser madre, en el cepo. Trampa también para el pez con el cebo puesto en el anzuelo, aquel que cada vez ve menos alimento en los fondos de los mares y recurre al engaño del pescador.
La trampa, esta hoy al día, cobra relevancia, esa que con toda la frivolidad del mundo se deja llevar por los acomodos estructurales, políticos y burocráticos, y a través de la banca, con su ejercito de hipotecas, convirtieron al país en un territorio de ensoñaciones, en la que una gran mayoría de los españoles, fueron cayendo con la “inocencia”, por las exigencias de la vida, como los impúberos pajarillos, en aquella época pretérita.
      Esta es y ha sido una trampa consentida por el pronto enriquecimiento de los intereses, de unos y de tantos, una trampa que quedaba invisible, con los consabidos pagos correspondientes en sus fechas, trampa asolapada, para que la captura, a la vuelta del tiempo transcurrido fuese más gorda sin opciones de defensa.
     Hemos tenido que vivir suicidios, palabra tan aparatosa y que es, sin duda alguna, una de las más dolientes de nuestro diccionario, que muchos prefieren ignorar, para que el tema de los desahucios retorne en el hombre su condición obligada de justicia y de humanidad. Hoy por hoy, la trampa sigue vigente, en muchos aconteceres diarios, en el trato de una sociedad cada vez más imperfecta, donde los políticos están perdiendo toda credibilidad. Mucha frialdad, cada vez más en las acciones ejecutivas sociales, las mismas que, indefectiblemente hacen que las actitudes políticas se vean con menor transparencia, y estos señores gobernantes, están creando un hombre-masa que al correr del tiempo, se puede convertir como el boomerang, que herido, retorna por la ley inexorable de la gravedad.

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