El Loco de la salina

El sexo los vuelve locos

Dado que este obispo no creo que haya llegado a probar la mierda gato, habrá que convenir en que es tonto del culo.

Se acabó la Semana Santa. Ahora, por pura lógica, deberá venir la Semana de los pecados perversos. Ahí quedan las calles de cáscaras de pipas que no les quiero ni contar. Algunos deben tener dormidas las yemas de los dedos de comer pipas y de tirarlas automáticamente al duro suelo. Deben haberse quedado los girasoles sequitos en los puros tallos, porque mi casapuerta es un poema.

Los ciudadanos y ciudadanas esperamos ansiosos y ansiosas como todos los años que todo se quede limpio y que la cera de las calles sea pronto quitada de en medio. Pero cambiemos de tema, porque todos los años se repite la misma historia de los resbalones por culpa de la cera podrida en las aceras y de los coches derrapando como locos.

Para variar, ahí tenemos otra vez las declaraciones del Obispo de Málaga don Jesús Catalá, martillo de herejes, sobre los matrimonios entre homosexuales y otros asuntos sexuales, ya que las cosas del sexo lo deben traer loco y disparatado. Este señor, cubriéndose de gloria de nuevo, ha dicho, como el que no quiere la cosa, que la legislación española sobre el matrimonio es la peor del mundo, porque se habla de “cónyuge 1 y cónyuge 2”, que bien podría ser dos hombres, un hombre y un perro o un bebé y un anciano de 70 años.

Y la verdad es que este obispo, que estaba guapísimo con su traje episcopal y su cara de no haber partido un plato, aunque probablemente lo haya partido, ha perdido una clara oportunidad de haber guardado un prudente silencio, o mejor de haber hablado como deben hablar las personas que tienen sentido común y sentimientos normales.

No creo que su palaciega vida sea tan perra como para entender tanto de perros, porque ha afirmado todo esto y se ha despachado a gusto incluso sobre que la adopción de un niño por una pareja homosexual representa un grave peligro psicológico para el menor, sin que su cara episcopal se le haya caído al suelo de pura vergüenza. Y lo ha dicho en un encuentro con jóvenes en un centro religioso jesuita, congregación a la que pertenece el Papa Francisco, que algo tendrá que decir en el tema, para que no parezca que el que calla otorga.

Hasta mi vecino, el loco que siempre está en la luna, me dijo ayer que a qué viene que este señor hable de temas sobre los que debería callarse teniendo en cuanta la cantidad de sacerdotes pederastas que salen a la palestra como la gota malaya y la increíble y nefasta historia de la santa madre Iglesia sobre el particular. Y es que, no sé por qué razón, los que más tienen que callar son los que más hablan. Es como una regla de tres infalible.

Pues ahí lo tienen, con su traje talar color chillón, dando la nota y espantando a las ovejas que tiene a su cargo en lugar de acercarlas. Pero el tío, de ideas fijas y tridentinas, sigue erre que erre, porque ya se pronunció anteriormente en parecidos términos y la cosa pasó, como tantas cosas pasan en la vida, sin un estacazo bien dado en todo el coco.

A ver si el Papa Francisco hace algo sonoro con estos elementos. No digo que lo haga cardenal, sino que le haga un cardenal en la boca para que hablen menos y recapaciten más sobre la vida. Da coraje que este obispo, tan culto y escribido, sea incapaz de comprender la grandeza de aquellos padres y madres que aceptan a sus hijos homosexuales y comprenden el curso de la naturaleza.

Al parecer es imposible que este obispo, acostumbrado a imponer su estilo de vida a los demás, tampoco llegue a comprender que dos hombres puedan enamorarse y compartir su vida. De pequeño, me acuerdo que los niños en el colegio, cuando se nos llevaba la contraria o cuando discutíamos, preguntábamos: ¿eres tonto o has comido mierda gato? Pues bien, dado que este obispo no creo que haya llegado a probar la mierda gato, habrá que convenir en que es tonto del culo.

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