El Loco de la salina

Más paro en La Isla

El paro ha hecho acto de presencia y Paco no habrá tenido más remedio que hacer de Montoro recortando por aquí y por allá.

Ha visto usted por casualidad el escaparate de García Bozano de la calle Rosario, que por cierto el año que viene cumple 90 años de existencia al pie del cañón? Si no lo ha visto, ha perdido usted una buena oportunidad de reflexionar sobre la vida y sus daños colaterales. No sé si pensará lo mismo que pienso yo, cosa que me extraña, dado mi lamentable estado mental, pero creo que ese escaparate es como un termómetro que marca a pequeña escala lo que está ocurriendo a gran escala en nuestro país.

El año pasado ya escribí sobre la frenética actividad que se desarrollaba tras sus cristales. Era algo insólito ver tantísimas figuras de Navidad trabajando a destajo y sin descanso. Allí nadie estaba parado. Unos degollaban un cochino, otros aserraban maderas a todo trapo, otros daban y daban con un martillo porrazos al compás sobre pacientes yunques, otros guiaban rebaños de ovejas bajo lucecitas parpadeantes con un palito que subía y bajaba interminablemente, otros…

Ante tanta actividad llegué a no sorprenderme del paro que había en La Isla, porque todo el trabajo estaba concentrado en aquel escaparate. Sin embargo esta ciudad ha ido a menos poquito a poco y ha bastado un solo año para que muchos comercios se hayan contagiado de su pasividad. Hoy se pone usted frente a ese escaparate y lo que puede observar con toda evidencia es que la plantilla de herreros ha disminuido drásticamente. Solamente hay dos, uno martilleando incansable un cubo, y el otro un azadón. No digamos nada del recorte que han sufrido los panaderos; solamente queda uno metiendo las bobas en el horno una y otra vez, y hasta parece que lo hace con más desgana a sabiendas de que quizás el año que viene ya no estará en nómina.

El que mataba el cochino sigue allí junto a la mujer que le tiende su mano ensangrentada, pero como firme aspirante al paro ya no se mueve para degollar y ha entrado, como el cochino, en fase terminal. También las lucecitas son menos abundantes y de bajísimo consumo; hay una junto a un pozo, otra en la herrería y pare usted de contar. Varios nacimientos permanecen en una oscuridad inquietante con un San José ahorrativo, una Virgen pensativa y un Niño consciente de todo pero sin querer mover ficha. Mientras, fuera del Portal yacen gallinas, ovejas, burros, patos, pavos…, esparcidos por un campo falto de esperanza.

De los muchos Reyes Magos que aparecen destacan sobre sus camellos los tres del frente, y entre ellos se puede ver perfectamente cómo el Rey negro Baltazar, con la conformidad de Melchor y de Gaspar, hace un gesto con la mano como diciendo qué le vamos a hacer, que la cosa está fatal, que ellos acaban de llegar y que esto es lo que se han encontrado. Un gran globo terráqueo preside la escena como indicando la de vueltas que da el mundo para vernos como ahora nos vemos, nosotros que tuvimos un Imperio donde nunca se ponía el sol.

En fin, que ya el escaparate no es el mismo del año pasado. El paro ha hecho acto de presencia y Paco no habrá tenido más remedio que hacer de Montoro recortando por aquí y por allá, aunque García Bozano, con sus noventa años a cuestas y fiel a la tradición, mantiene el tipo y no se arruga en la cuesta arriba.

Cuando uno ha terminado de ver el escaparate de la derecha y se va para el de la izquierda, se encuentra con muchos libros, cuyos títulos son muy elocuentes: “Puedo prometer y prometo”, “Dime quién soy”, “El estafador”…, y hasta un calendario titulado “El arte de no amargarse la vida”.

Habrá apañado el escaparate de la derecha, pero en el de la izquierda Paco ha clavado el estado de la nación. En todo caso, gracias por resistir.

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