El Loco de la salina

Más chinos en La Isla

Los lugares más apetitosos para instalar un pequeño negocio están siendo ocupados sin posible competencia por estos señores asiáticos.

Ayer ingresó en el manicomio un chino, y esta mañana ya había puesto una tienda de todo a un euro en el trastero que da al comedor. No es normal, pero es lo que hay. Los demás locos llevábamos dos años pensando en cómo montar algo aquí dentro para ganar unas perras, hablando con el director sobre aspectos legales, moviendo un papeleo impresionante, sacando treinta permisos de obras, esperando permisos de cultura para que el patrimonio no se viniera abajo…, y  cuando nos hemos venido a dar cuenta, el chino lo ha arreglado todo en cuatro horas y todavía le sobraban tres. ¿Será que nosotros pensamos demasiado las cosas y nunca pasamos a la acción? La cuestión es que, según me han dicho fuera de estas cuatro paredes, estos señores chinos, chatos por naturaleza, están poniendo tiendas por todas partes. Y es verdad. Cada vez que voy a dar una vuelta por La Isla me encuentro una nueva. Y no escogen sitios escondidos especialmente baratitos. No. Son lugares céntricos y caros de alquilar. Según me han contado es imposible competir con ellos, porque, donde tú eres capaz de prometer un billete, ellos ponen del tirón doscientos encima de la mesa. Así es imposible, porque los ojitos de cualquiera se encienden con suprema facilidad ante la visión de esos papeles tan bonitos del Banco de España. Además, te venden de todo, absolutamente de todo. Vamos, que fui a buscar el tornillo que me faltaba en la cabeza y allí lo tenían metido en una funda de plástico por sesenta céntimos. ¿Quién no se vuelve cuerdo por sesenta céntimos? No lo compré, pues yo soy muy mío y no me fío de la calidad del tornillo.  

Pero el tema está en la calle. Los lugares más apetitosos para instalar un pequeño negocio están siendo ocupados sin posible competencia por estos señores asiáticos, de manera que la invasión musulmana del siglo VIII se va a quedar en una pamplina, si la comparamos con este gota a gota chino que nos está invadiendo paso a paso sin que aquí nadie levante la voz ni para quejarse. Y las preguntas también están en la calle.

Ya sé que estas cuestiones no van a ser contestadas por los que podrían contestarlas, aunque siempre queda la esperanza de que algún día no tengan más remedio que hacerlo. Aparte de cantar aquello de la Chica del diecisiete: “De dónde saca pa tanto como destaca”, la gente se pregunta: 1.-¿Es verdad que los chinos gozan de un privilegio especial, según el cual no pagan impuestos durante no sé cuántos años? ¿Por qué? Si eso es verdad, ¿qué tienen los chinos que no tenga yo, que además poseo una hermosa nariz? 2.-¿Es verdad que tampoco necesitan permisos de obras, a la vista de que todo es comprar o alquilar y hacer la reforma en veinticuatro horas o menos? Si eso es verdad, estas facilidades no dejan de ser asombrosas, cuando a cualquier paisano le cuesta un imperio disfrutar de ellas.  3.-¿Es verdad que ni se les riñe, si tiran una pared que no deben tirar o hacen una fechoría que no deben cometer contra el patrimonio de La Isla? A mí tampoco me gusta que me riñan. 4.-¿Es verdad que estos señores hacen copias de todo lo que se mueve, sin que nadie se dé por aludido?

Si no se contesta a estas preguntas, que están en boca de los cañaíllas, muchos se pueden pensar que alguien se pringa hasta el cuello y facilita la labor metiéndose en el bolsillo lo que no debiera meterse. Y eso aquí y ahora en España es impensable.

Al final llegamos a interrogarnos: ¿será que los chinos son demasiado vivos o será que nosotros estamos demasiado muertos?

Recuerdo de mi niñez cuando La Isla tenía las calles llenas de chinos; nadie se hacía ninguna de esas preguntas.
 

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN