El Loco de la salina

Yo también quiero un indulto

Aquí en el manicomio vamos a pedir un indulto generalizado, porque estamos viendo que ahí fuera hay muchos que deberían estar aquí dentro y viceversa.

Llevo unos días que no aparto los ojos del televisor. Para no perder puntada no me tomo ni las pastillas porque no doy con la boca. Y es que no me puedo creer lo que veo. Todos los días, como ya es costumbre, o cogen a unos cuantos, o imputan a otros, o hay juicios contra los de más allá, o traen esposado al de más acá, o condenan a unos, o le meten tres mil años a otro… Esto no tiene límites. Poquitos, por no decir ninguno, sale inocente. Y los que salen es por equivocación.

La marrullería, el choriceo y la poca vergüenza se han adueñado de este país. Algunos dirán que, como estamos en un estado democrático, ahí están las leyes para cortar por lo sano. Y además añaden, sin que se les ruborice el careto, que la ley es igual para todos. Claro, que, cuando contemplo lo que está ocurriendo con el asunto de la petición de indultos y miro a los prendas que los solicitan, es entonces cuando me da la risa tonta y me ponen inmediatamente la camisa de fuerza. Después de analizar la cuestión he llegado al convencimiento de que las leyes son usadas para eludir otras. Pero vayamos por partes, como decía Jack, el destripador. 

Definitivamente los indultos se han puesto de moda. Dicen que Rajoy tiene un mosqueo impresionante, porque en los Consejos de Ministros de los viernes de dolores, no se habla ya ni del paro, ni de las cargas de trabajo, ni de ninguna otra cosa, sino que solamente se discute sobre qué indultos se van a dar o se van a rechazar. El problema es que las solicitudes son miles y no caben en la mesa.

Pero vamos a explicar un poquito qué es lo que está pasando para que no se ponga usted de los nervios como me está pasando a mí. Vamos a suponer que a usted lo cogen por haber cometido cualquier delito. Es un decir, no se me ponga de perfil; le hacen un juicio pesado, lento, pruebas para arriba y pruebas para abajo, le obligan a ir doscientas veces al Juzgado, otras doscientas a la Audiencia, testigos, jueces, procuradores, abogados, declaraciones…Se dicta sentencia al cabo de los años. Usted apela, recurre…Vuelve a salir la sentencia no se sabe cuándo. Lo condenan otra vez en firme. Ya usted no es un presunto, ya es un sunto sin pre. Usted debe ir al talego. Pero sonría, que esto no ha hecho más que empezar y le quedan todavía muchos caminos por recorrer. Si le dicen que tiene que ir a la cárcel urgentemente, vuelva a sonreir, porque esto no es un huevo que se echa a freir, ni es llegar y pegar.

No sabe usted la de cosas que se pueden hacer en esta democracia, solamente con la indispensable condición de que tenga posibles y sobre todo un buen padrino. Si no lo tiene, ya puede ir poniendo las dos manos juntitas por las muñecas para facilitarle el trabajo al funcionario. Y ¿por qué le digo todo esto? Porque lo tiene muy fácil. Al terminar todo el proceso, va usted, le echa mucha cara al tema, pide un indulto al Gobierno y aquí paz y allí gloria. Incluso hay gente que, sabiendo que es usted un delincuente, le va a aplaudir en la convicción de que quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón. No sé qué está pasando que a todos los chorizos se les ocurre la misma idea. La verdad es que el indulto se ha convertido en la tabla de salvación de todos los mangantes. Es mucho más económico, muchísimo más rápido y provoca menos calentamientos de cabeza. Lo que pasa es que una tabla, aunque sea de salvación, no aguanta tanto personal subiéndose a ella. 

Aquí en el manicomio vamos a pedir un indulto generalizado, porque estamos viendo que ahí fuera hay muchos que deberían estar aquí dentro y viceversa. Pero no nos indultan, porque temen que fuera hagamos alguna locura, y sin embargo indultan a los que ya no van a hacer nada más que rezar por las mañanas y por las tardes para dormir por las noches. Yo lo único que digo es que entre los que han salido del trullo y los que no van a entrar debiendo entrar, se está poniendo la calle imposible. De locura.

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