“Tras incontables horas debatiendo con David Foster Wallace acerca de si la literatura tenía algún sentido, llegamos al fin a un punto en común: la ficción sirve para que dos desconocidos establezcan una conexión que, desafiando las coordenadas espacio-temporales, les haga sentirse menos solos”.
Así se expresaba, hace escasas fechas, el novelista norteamericano, Jonathan Franzen, en una entrevista a propósito del oficio de escritor. Confirmaba, entonces, el interés por la noción de ficción que se ha visto reforzada en las últimas décadas por diversos rasgos característicos del tiempo en que vivimos: la crisis del sujeto, la dificultad a la hora de trazar barreras entre la realidad y lo imaginario, el auge de las tecnologías de comunicación, el escepticismo respecto de la capacidad de la lengua para reflejar el mundo, etc.
Muchas han sido las reflexiones que en torno al controvertido asunto de lo ficcional se han ofrecido a lo largo del tiempo. La propuesta platónico-aristotélicapor la que el concepto de mímesis o de imitación nutrió la producción literaria,se prolongó hasta las postrimerías del siglo XVIII. En adelante, dicho postuladofue sustituido por el de “creación” o “producción”, y la literatura dejó de ser un reflejo del mundo para alumbrar nuevos universos sin consistencia externa. Ya en la segunda mitad del siglo XX y comienzos del XXI, se vienen vislumbrado posturas más cercanas al pragmatismo o lahermenéutica, por citar tan sólo algunas de ellas.
Y con el fin de analizar los diversos planteamientos y acepciones metodológicas que se han sucedido sobre el tema, el profesor Antonio Garrido Domínguez ha recopilado en su libro “Narración y ficción: literatura e invención de mundos” (Editorial Iberoamericana-Vervuert, Madrid, 2011), las relaciones que se establecen entre literatura y realidad, desde una perspectiva preponderantemente diacrónica, así como las diferentes propuestas y procedimientos a través de los cuales los mundos ficcionales se han hecho creíbles ante el lector. De forma amena y rigurosa descubrimos que lo ficcional remite a un concepto realmente complejo por su constitución interna, por la variedad de ámbitos en que se manifiesta, y por el carácter evolutivo de sus plasmaciones en el ámbito de la creación.
Precisamente esa evolución, es la que senos ofrece en un exhaustivo recorrido desde el mundo griego, la Edad Antigua y el Romanticismo, y que bien pueden resumirse con el título del libro de M. H. Abrams (1953), “El espejo y la lámpara”. En él, encontramos las dos metáforas que dan cuenta de la tradición mimética que surge con el Romanticismo: el espejo que refleja lo que ya existe y la lámpara que ilumina un mundo que va a ser inventado por el creador. Desde ahí hasta los postulados más modernos, que aglutinan la ya citada pragmática, el enfoque semántico o el cognitivo, así como los más novedosos recogidos en la Nueva Ficción y la Realidad Virtual, con los que asistimos al triunfo del “simulacro” y la “clonación”.
Tal y como afirma el profesor Garrido Domínguez en este admirable despliegue de erudición, ficción y realidad, lejos de oponerse, se complementan y su estudio ha dejado de ser un reducto casi exclusivo de filósofos y teóricos de la literatura, para convertirse en un centro de interés preferente de sociólogos, antropólogos, psicólogos, etc.
Volumen, pues, muy recomendable para todos aquellos que valoramos el enriquecer nuestra existencia a través de la ficción, y sabedores como nuestro premio Nobel, Vargas Llosa, de que “sólo ella nos compensa de esa trágica condición de desear y soñar siempre, más de lo que podemos realmente alcanzar”.
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