Notas de un lector

Hacia dónde

Es ésta, una aventura poética intensa y ambiciosa, por cuanto tiene y sostiene su empeño de expresar las condiciones vitales y existenciales del hombre moderno

“Hacia dónde”, supone el tercer poemario de Miguel Mejía. Este onubense, nacido en 1976, licenciado en Humanidades y en Filología Hispánica, alterna desde hace años su tarea docente con la literaria. Su paso como profesor por Alemania -Giessen y Hannover- y su actual residencia en la polaca Gdansk, dan cuenta de un autor cuyos paisajes y vivencias de su último lustro, tienen como protagonista al Norte de Europa.
De aquellos cielos, de aquellos escenarios, de aquellas identidades…, se ha nutrido en buena medida, Miguel Mejía, para pergeñar este poemario con el que merecidamente ha alcanzado el premio “Paul Beckett” de 2012(Fundación Valparaíso. Mojácar, Almería, 2012)


     Es ésta, una aventura poética intensa y ambiciosa, por cuanto tiene y sostiene su empeño de expresar las condiciones vitales y existenciales del hombre moderno. En este periplo, están marcadas algunas de las huellas más personales que el poeta andaluz ha ido dejando al hilo de sus laberinticos e íntimos deseos.
La abrumadora incertidumbre que se alza a medida que los años  matizan la experiencia humana, se refleja en muchos de los versos aquí reunidos. Crecer, madurar, memorar, se tornan verbos recurrentes en cuanto a lo temático; y el sentimiento de pérdida, de melancólico ayer, de sombrío mañana, se convierte en reiterados instantes que se articulan a través de un verso muy bien ritmado, de precisos acentos.

     “si esto es volver, si están mis pasos/ atados, condenados a esta tierra (…) no entiendo esta derrota/ no entiendo esta derrota desde siempre/ y hay señales también como un pasillo hacia qué cima/ manos sobre los hombros casi abrazos/ hay cuartos como rostros/ cerrados que me empujan porque aquí/ todo es caer/ pero ¿hacia dónde?”, escribe Miguel Mejía, en el poema titulado “Heimwärts”,  que le sirve de pórtico.
Desde estos versos iniciales, el discurso lírico deriva hacia una voluntad  comunicativa con el lector. Mediante un yo que retoma la necesidad de ganarle la partida a la nostalgia, de asumir la paradoja de la vida y saber que tantas veces la alegría no es ya sino niebla al ser recordada, el poeta afirma con rotundidad: “cuarto de estar a solas/ o a oscuras, siempre a medias/ refugio de las noches congeladas/ no es el mío este cuerpo en estas noches/ este cuerpo esta casa reducidos a renuncia”.

     Con la intención de desnudar la esencia y universalidad de su condición mortal, el verbo confesional del poeta onubense va depurándose y nutriéndose de imágenes donde se alternan la identidad y la temporalidad. De tal dicotomía, surgen momentos de lúcida poesía, en los cuales, se da cuenta de un mensaje pleno de contenida y seductora dicción: “traigo los ojos tristes de estar tristes/ ojos de pez que muerde así su muerte/ de quien con avidez se enfrenta y huye/ y queda al fin tendido, quieto, ahogado”.

    Miguel Mejía entiende, desde la perplejidad de su interior, que toda intuición o certeza que signe el alma debe llevar aparejada la lógica claridad de la palabra poética, la única capaz de hacer que cualquier enigma sea una realidad comprensible: “es sin remedio tarde y yo no puedo/ no puedo ni esperar ningún mañana/ sino dejarme aquí, dejarme/ aquí, mirar la lluvia”.
El desaliento ante el paso del tiempo y la evanescencia de los lazos que unen a la raza humana, desfilan también por estas páginas y por la inmensidad de una ciudad, -que recuerda a aquella “Ciudad del hombre” de José María Fonollosa- y que sirve como metáfora de todo cuanto arde  -ardió-,  previo al olvido: “e ir viendo deshacerse esta ciudad/ cualquier ciudad de paso, de sueños diminutos/ de carne desgajada y cristales empañados/ que abajo, absorta, muda/ se cose a la mirada, se enreda el equipaje/ y se descose: adiós, eso era todo”.

     Poemario, al cabo, vertebrado con soltura y con solvencia, solidario en su amplitud de registros y dador de una realidad que vence la partida a cualquier forma de humano escepticismo.

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