Notas de un lector

Por Navidad, poesía

Dentro del numeroso catálogo de novedades, me atrevo a espigar algunas recomendaciones propicias para estas fechas.

Con “De atardecida, cielos” (Reino de Cordelia. Madrid, 2012), obtuvo Fermín Herrero el XV Premio dePoesía “Ciudad de Salamanca”. Este soriano del 63, con una decena de poemarios en su haber, sigue haciendo resonar un límpido cántico bajo el cobijo de un verso ritmado y sostenido.
En esta ocasión, su personal itinerario sigue muy de cerca las huellas de su verdad natal, pues la naturaleza que lo circunda y lo abraza desde siempre sigue latiendo de forma incesante sobre su pluma: “Por esta misma/ senda me vengo cada/ tarde hacia el ocaso./ El vacío no es la vaciedad./ Aunque cualquier dolor/ intima su sigilo, oigo el vocerío de los pájaros/ sobre los girasoles…”. Bajo ese escenario, que por tantas veces hollado no resulta sino más atractivo, despliega el autor soriano un caudal de cromáticas instantáneas, una hilera de lúcidas imágenes, en las que el viento, la niebla, el crepúsculo…, se conjugan de forma luminosa con los chopos, los álamos, los olmos… y el color cambiante del cielo.
La música callada del corazón que acompasa -acompaña- este decir, corrobora la silente interiorización que logra con su lenguaje Fermín Herrero, y ameniza la complicidad que esconde esta partitura de soleada música: “He de bajar la voz, bajarla/ cuanto pueda. Y adelgazarla./ Sería suficiente olvidar y hacerse/ cada vez con un poco de atención,/ porque toda palabra tiene/ un amor en secreto”.

La trayectoria lírica de Alejandro Céspedes (Gijón, 1958), se ve ahora renovada con “Topología de una página en blanco” (Amargord Ediciones. Madrid, 2012). Es esta una “reflexión realizada en términos simbólicos sobre el proceso creativo” y en la que “una profunda desolación conceptual nada condescendiente recorre cada página”.
Con estas premisas, tan singular topología -que tal y como define el D.R.A.E, es una rama de las matemáticas que estudia las propiedades de las figuras con independencia de su tamaño o forma-, se adentra en el terreno del ser humano y de su compleja naturaleza, para desvelar una creíble teoría de la realidad. O lo que es lo mismo, la forma de entender cómo la sociedad ha roto su antigua unidad y su ruptura ha derivado en una crisis de identidad: “Es necesario hablar otra vez de la fragilidad/ de las uniones”.
En una época crítica como es ésta, acaso sea necesaria una voz como la de Alejandro Céspedes, que recuerda la máxima defendida tiempo atrás por Pedro Salinas: “No sé si la literatura y el arte deben mantenerse al margen de  las inquietudes sociales. Lo que creo es que no pueden”. Por ello, el autor asturiano, busca respuestas a esta manifiesta desorganización vital, y consciente de que la convivencia y el rigor social pueden combatir la negativa divergencia del espíritu humano, apuesta por “traspasar el vacío los límites lo audible lo visible”.
Libro, al cabo, que marca un antes y un después en su quehacer y que tiene su principal virtud en separar -de forma consciente- el idealismo del materialismo, y pretender la superación de la anarquía individualista a través de una personalidadque ya no sea azar, sino común conciencia.

Por “Figuras de la fábula” (Hiperión. Madrid, 2012), Luis Javier Moreno recibió el pasado otoño el premio “Antonio Machado en Baeza”.
Segoviano de 1945, su obra lírica se inició en 1978 con la publicación de “Diecisiete poemas”, y desde entonces hasta ahora, son más de diez títulos los dados por él a la luz.
Este nuevo volumen, se caracteriza por la sutil manera con que el poeta castellano hace de la evidencia, lírica sugerencia y cómo a través de un lúcido juego de contrarios desviste de ropajes a una realidad que transforma en personalísima mirada: “Sobre el húmedo brillo del inicio del día/ el sol afloja el hielo, mis gorriones disputan;/ su algarabía juvenil me instala/ en la adolescencias de la seda/ deslizando mi mano por un lomo de peces”.
Con argucia de artesano, vertebra un poemario, donde se aglutinan paisajes y protagonistas de la Historia muy diversos, pero que a través de un fino hilo conductor consiguen ser conjugados en un tiempo y un espacio propios. Léase, como muestra, su poema “Lamento de Patroclo”, que abre con Aquiles y cierra con Keats.
Además, de su hábil diálogo con el lector, se extrae su intención de dotar a su lírica de la mayor cercanía posible, sin que ello disminuya la trascendencia de su discurso. Ni de su mensaje: “¿Es razonable que seamos perpetuos? (…) ¿Por qué estuve esperando que vivir fuera fácil/ cuando yo bien sabía que no lo iba a ser nunca?”.

El pasado mes de noviembre, Amaia Iturbide (Bilbao, 1961) obtuvo el premio “Lauaxeta” de poesía por su libro “Primeras huellas en los escenarios” (Erroteta, 2012). La primera edición de este galardón, reconoce un libro de sonoro aliento, que avanza con lento paso hacia “el hálito suministrado por el vestigio sepulcral,/ la tarjeta para otra vida en sombra”.
Pero no acaban ahí las intenciones dela poetisa bilbaína, pues en su decir hay una evidente efervescencia emocional, que sin dejar de lado la incertidumbre de la fragilidad humana, quiere resucitar el fervor frente a la muerte mediante un verso rotundo y conciliador : “Estoy segura/ de que escribiré un poema,/ un códice de plena vigencia/ con los embriones y las ramillas de los pasos anónimos/ los redrojos de los gestos de las manos anónimas/ y el último grano de arena de la palabra”.
Amaia Iturbide, que combina su tarea docente con la de escritora en prosa y verso, suma con esta su sexta entrega. Hay en ella,   -además de lo expuesto-, una honda capacidad de reflexión, de meditado afán por conservar intacta la memoria, lo que le permite afrontar con más coherencia un presente tiznado por los dolientes pliegues actuales.
Dividido en siete apartados, “Preestrenos con aguas del bosque”, “Residencia con claroscuros”, “Reflejos del jardín”, “Desfiles de pasillos a través de galerías”, “Recuerdos arqueológicos”, “Despojos de voz” y “Entre cartas y lápidas”, todo el poemario se sostiene sobre una armadura sólida, que revela su intrínseca y meritoria solvencia versal.

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