Notas de un lector

Geografía del silencio

“Cómo vencer al ruido” es el décimo quinto poemario de Jesús Aparicio González

Publicado: 02/01/2024 ·
13:10
· Actualizado: 02/01/2024 · 13:10
Autor

Jorge de Arco

Escritor, profesor universitario y crítico. Académico de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras

Notas de un lector

En el espacio 'Notas de un lector', Jorge de Arco hace reseñas sobre novedades poéticas y narrativas

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Muchos siglos atrás, Lao-Tse dejó escrito que “el silencio es una gran fuente de poder”. Sabía bien el filósofo chino que ese no decires una torrente inagotable de reflexión y prudencia. Fue también Confucio el que definiera al silencio “como un verdadero amigo que nunca te traiciona”. Tal vez, sea la poesía el género que busque por su misma circunspección, por su íntimo sosiego, la mayor verdad de las palabras. Porque en ese sigilo con que el creador cincela su mudo decir, radica, en buena medida, el secreto de su mejor significante.

Hilvano estas palabras tras la lectura de “Cómo vencer al ruido” (ArsPoetica. Asturias, 2023) de Jesús Aparicio González (1961). Es éste su décimo quinto poemario, cuatro años después de haber publicado en este mismo sello “Sin saber qué te espera”.

En esta ocasión, el poeta de Brihuega ha vertebrado un sólido conjunto donde sobresalen escenas plenamente humanas que dibujan la identidad de un yo que mira en derredor de sí, pero que no pierde de vista la pluralidad que alcanza su mirada. 

Con una cita inicial de Juan Ramón Jiménez, “Sí, silencio. Tan sólo silencio. Que se callen,/ que dejen a mi espíritu nadar en lo insondable”, se abre un libro que busca respuestas desde su pórtico, “Epifanía”, en donde al sujeto lírico le asaltan diferentes preguntas: “¿Dónde sopla ese viento/ que hasta el ser nos conduce?/ ¿Qué lluvia llena hoy/ este mar sin pasado?/ ¿Quién da sal a la nada?”.

Consciente de que en esa prisa cotidiana que nos envuelve, en ese fragor de idas y venidas, de rutinarios quehaceres, apenas queda tiempo para la introspección, Jesús Aparicio González anhela hallar espacios donde cobijarse y hacer del pensamiento lugar de certidumbre: “La plenitud es este instante,/ no hay más allá”.

El poemario tiene un hálito biográfico que torna su discurrir geografía cercana. De ahí, que con un verso muy bien ritmado, preciso, asome una latente variedad temática que escenifica territorios, protagonistas, recuerdos, experiencias…, conformadorasde un personal y grato mapa interior. A su vez, los elementos reales, visionarios, quiméricos, vitalistas y amatorios se ordenan de manera coherente y rigurosa para dar cuenta de un cántico de sobria modulación, en donde la acordanza tiene, a su vez, acentuada trascendencia: “Han volado mis globos de la infancia,/ marcharon confundidos con las nubes/ que no dejaron agua (…) La memoria es una caja/ de cerillas vacía:/ no prende ningún fuego/ el viento que se fue”.

Frente a un paisaje donde sobresale la sólita existencia, y en la cual confluyen la celebración del vivir y la fragilidad del ser humano, Jesús Aparicio González escribe sin renunciar al sortilegio de su verbo, a su cántico de orfebre. El mismo que, en distintas ocasiones, se torna intuida percepción, sugerente acendramiento, solidario diálogo con la otredad de sí mismo: “El silencio te cambia:/ en él se gesta música/ que nunca has escuchado,/ tras él queda el aroma/ que nunca oliste,/ por él surge esa luz/ que desvela el sentido/ de lo que va a crecer”.

 

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