Tiene diciembre ese aroma impar que invita a la dicha y a la tristura. Esta vez, la moneda de la vida ha salido cruz y, hace apenas un par de días, supe de la muerte de Francisco Mena Cantero (1934). Se va el amigo, el confidente, el compañero incondicional. Y se nos va, además, un gran poeta, un hombre comprometido y solidario.
Desde que en 1972, diera a la luz su primer libro, Aún no ha llegado ayer, la obra de este vate de raíces manchegas -afincado hace más de cincuenta años en Sevilla-, fue creciendo y madurando de forma rigurosa. Desde entonces, editó más de una treintena de poemarios, avalados casi todos ellos por prestigiosos galardones -“Ricardo Molina”, “Francisco de Quevedo”, “José Antonio Ochaíta”, “Jorge Manrique”, “Fernando Rielo”, “Zenobia”, “Ciudad de Alcalá de Henares”, “Paul Beckett”…-. Y, todos ellos, fueron reafirmando, además, el quehacer de un autor de honda sabiduría lírica.
En 1976, obtuvo el premio Alcaraván por “Esta lluvia, esta húmeda respuesta”, un conjunto integrado por cinco bellísimos sonetos. Desde entonces, su amor por Arcos fue constante y muchas veces vino hasta este pueblo nuestro, tan lírico y tan blanco, y disfrutó de sus callejas, de sus gentes y de sus poetas. Después, y en distintas ocasiones, formó parte del jurado del citado “Alcaraván” y se sintió dichoso por compartir tan de cerca la historia viva de nuestras letras.
Recuerdo que tras la concesión del premio “Ciudad de Alcalá” (1999) por “Un hombre habla solo”, me comentó que su poema “El puente”, lo había escrito tras contemplar desde el puente de San Miguel las inolvidables vistas: “Desde este puente se contempla el río/ cruza bajo sus arcos y en su espejo/ se mira un hombre ayer, que hoy se hace viejo/ de sentirse por fuera tan vacío (…) Tuvo amigos, calor. Ahora hace frío/ sobre este puente, Dios, mortal reflejo/ desesperanza y líquido cortejo/ con el que ahora se va el pasado mío”.
Esa inquietante visión del tiempo, abierta, otras veces, a la esperanza y a la mística, se hizo visible en “Tus apuntes de física” (2016) premio Rafael Morales-. Aquel volumen era una reflexión de raíz más científica y racional, pero en la que el poeta no perdía de vista la universal dicotomía de la duración y del adiós: “Todo es pasión y vida, invitación/ a desahuciarnos de la muerte,/ con el agreste bálsamo, suavísimo,/ de orear el desván de la memoria”.
Frente a ese mismo desván que voy abriendo despaciosamente, dolido por la marcha de quien tanto quise, orillo un puñado grande de recuerdos.Persona sensible y generosa, de cálido corazón, supo construir un mundo lleno de variados registros, exacto en su pulsión formal y regenerador en su caudal objetivizador. Convencido de que su alma y la esencia de sus hallazgos podían hacerse uno, creyó siempre en el poder balsámico de la palabra “para sentirnos vivos/ y capaces de tanta creación”.
Hilvano estas líneas, sí, con el corazón aún encogido y la emoción incontenible de saber que hemos perdido a uno de los hombres más generosos que ha dado este complejo ámbito de las letras.
Descansa en paz, querido amigo Paco, más nunca tu verso, que jamás será olvido: “Enterraré mis dudas/ para que broten certidumbres,/ en el lugar aquel/ donde todo se ve algo más claro”.
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