Matrícula de deshonor

Formas y límites

Lo preocupante de las vejaciones en las redes es la dinámica que se crea, es ese efecto de ‘bola de nieve’, arrollador y permisivo, que nutre de cada mensaje

Publicado: 12/07/2018 ·
12:33
· Actualizado: 12/07/2018 · 12:33
Autor

Federico Pérez

Federico Pérez vuelca su vida en luchar contra la drogadicción en la asociación Arrabales, editar libros a través de Pábilo y mil cosas

Matrícula de deshonor

Un cajón de sastre en el que hay cabida para todo, reflexiones sobre la sociedad, sobre los problemas de Huelva, sobre el carnaval...

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Yo soy de aquellos que asumen las críticas políticas como parte de la libertad de expresión de un sistema democrático. No sólo creo que se deben hacer, pienso que es un deber de todos y cada uno de los ciudadanos poner de manifiesto hechos que atentan contra la propia naturaleza de una ciudad. Deben ser confrontados, es nuestro derecho y debe ir implícito en cada voto: antes, durante y después de ejercerlo. 

Pero existen líneas concretas que se deben tener en cuenta. Se debe saber diferenciar entre las manifestaciones de inconformidad ante cualquier acción política y los insultos y descalificativos personales, familiares, físicos o... -los leo de todo tipo-. Creo que estamos llegando a extremos que van más allá de esa libertad por la que tanto se ha luchado. Que conste, que no seré yo quien defienda a ningún político ante una crítica, para eso cobran un buen sueldo y saben perfectamente que dicho cargo lleva consigo el tener una buena espalda para soportar la presión social -yo no podría-, pero, ¿hasta dónde?

Debe existir un límite ante el acoso y derribo, ante los constantes insultos y vejaciones de patios de vecinos... Siempre he dicho que las formas eclipsan el fondo, y empiezan a incomodarme dichas formas, sin importar el color de su sueldo. Cada cual es libre de optar al recurso fácil, es libre de ridiculizar a otros por tener ideas y pensamientos diferentes, o por no estar de acuerdo con determinadas acciones, pero a mi entender, ese tipo de actitudes no son mejores y hacen perder la credibilidad y posible razón.

En Huelva también se están creando hábitos excesivamente agresivos en las distintas redes sociales -dialécticamente hablando- que fomentan a pasos agigantados este tipo de insultos facilones, la gracia a través de ridiculizar al político de turno por el simple hecho de no gustar el color de una papelera o de que un carril bici no sea de del agrado, siendo la crítica constructiva, seria, argumentada lo que menos importa. Este tipo de verborrea barata sigue modelos irrazonables, destructivos, buscando generar mayor impacto, ser el toro de la manada en un ambiente chabacano, un reconocimiento soez y desagradable, e incluso obsceno.

Lo preocupante de estas vejaciones en las redes es la dinámica que se crea, es ese efecto de ‘bola de nieve’, arrollador y permisivo, que se va nutriendo de cada mensaje y comentario, subiéndose el nivel, a cuál más brutal, potenciando y fomentado ese odio agresivo, que de alguna forma se tiene que parar. Ya no hay límites para las críticas, se han perdido las normas sociales y de educación en las redes que gestionen la brutal denigración que se ejerce por el simple hecho de tener una responsabilidad política, que podría entender en circunstancias como los casos Gürtel, Púnica, etc... Pero no es el ‘caso’. No olvidemos que los delitos en la vida real también son aplicables en las redes sociales.

 

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