La Taberna de los Sabios

La economía, ¿a quién le importa?

Cada nueva previsión económica muestra un panorama más sombrío. Pero, ¿a quién le importa eso? Lo leemos, pero parece darnos igual

Publicado: 01/10/2019 ·
22:08
· Actualizado: 01/10/2019 · 22:08
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Autor

Manuel Pimentel

El autor del blog, Manuel Pimentel, es editor y escritor. Ex ministro de Trabajo y Asuntos Sociales

La Taberna de los Sabios

En tiempos de vértigo, los sabios de la taberna apuran su copa porque saben que pese a todo, merece la pena vivir

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La economía se enfría, el paro aumenta, el déficit repunta y la deuda pública no baja. Cada nueva previsión económica muestra un panorama más sombrío. Pero, ¿a quién le importa eso? Lo leemos, pero parece darnos igual, como si no fuera con nosotros. No parecemos preocupamos por esas cosas de economistas aburridos y gafes, siempre con advertencias y monsergas. Preferimos escuchar a nuestros políticos, que prometen más gasto, más pensiones y más inversiones, que al fin y al cabo es gratis, pólvora de rey. El zoco electoral se ha abierto y cada vendedor voceará su mercancía con desparpajo seductor.

No pinta bien la cosa. Nada bien, de hecho. Pero mientras las empresas, autónomos y trabajadores notan cada día las dificultades crecientes, nuestros gobernantes siguen ignorando el riesgo al glosar la buena marcha de nuestra economía. La situación recuerda al célebre debate entre Solbes y Pizarro, antes de que todo se fuera al garete. Nos toman por tontos. Y tienen razón, tontos somos. Preferimos que nos engañen a conocer nuestra dura realidad. No votaremos nunca a quien nos muestre el espejo que nos refleja.

La economía internacional también está rara, muy rara. Más allá de los sobresaltos de la guerra, por ahora comercial, entre chinos y americanos, la macroeconomía se adentra en terrenos desconocidos. Tipos de interés negativos y estímulos renovados de los bancos centrales, que no evitan que la economía internacional continúe desacelerándose ni – y esto es todavía más extraño – que se anime la inflación. Hasta ahora existía una regla fácil. Si se emitía más moneda y los tipos de interés bajaban, la inflación subía. Pues ahora, ni por esas. La inflación sigue por los suelos sin que logremos que se anime hasta el deseado 2%. Más no, que sería malo, pero menos tampoco, porque es peor. Lo dicho, tratan de solucionar con recetas antiguas problemas completamente nuevos.

Pero mientras los consejeros del Banco Central Europeo se pelean, e, incluso, dimiten, como hiciera la alemana Sabine Lautenschläger, por estar en desacuerdo con las políticas adoptadas, o mientras que los de la FED son bronqueados por un furibundo Trump, aquí seguimos tocando la lira y entonando los salmos dulces de las dádivas y promesas

Podemos entrar de nuevo en crisis. Ojalá no sea así, pero no debemos descartar esa posibilidad. Y no tenemos cuerpo para más sufrimiento. Ya escribimos hace unas semanas aquello de que no entre, que no vuelva la terrorífica crisis que destruyó nuestros delirios de grandeza y que por poco arrasa con nuestra economía. Nadie sabe cómo reaccionaríamos ante el dolor repetido del desempleo, los números rojos y las deudas impagadas. Vade retro, Satanás.

Pero nos metemos en campaña y el subasteo de sueños nos embriagará con sus alharacas y fuegos de artificio. Solucionar la economía es fácil, nos repetirán. Sólo hay que gastar más. Y se quedarán tan tranquilos, ojú, que miedo nos dan.

Nadie parece estar a lo que hay que estar. Las derechas divididas y las izquierdas aún más, desgastan sus energías en rivalidades familiares y políticas de escaparate, mientras nuestra economía se desangra sin que nadie parezca prestarle la mínima atención. A ver quién es el guapo, pensarán, que le cuenta la verdad al barquero. No queremos recibir malas noticias y castigaremos al heraldo del mal agüero que venga a fastidiarnos la fiesta.

Tengamos cuidado, porque seríamos nosotros los que sufriéramos los rigores de la crisis cruel e insaciable. Son/somos irresponsables, pero los votamos porque nos sonríen.

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