Matrícula de deshonor

La viga propia

Es fácil hablar y vociferar a vox populi las infinitas circunstancias negligentes de otros sin tomar consciencia de la viga propia, aunque te ocupe toda la cara

Publicado: 05/10/2020 ·
11:12
· Actualizado: 05/10/2020 · 11:12
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Autor

Federico Pérez

Federico Pérez vuelca su vida en luchar contra la drogadicción en la asociación Arrabales, editar libros a través de Pábilo y mil cosas

Matrícula de deshonor

Un cajón de sastre en el que hay cabida para todo, reflexiones sobre la sociedad, sobre los problemas de Huelva, sobre el carnaval...

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Es fácil hablar y vociferar a ‘vox populi’ las infinitas circunstancias negligentes de otros sin tomar consciencia de la viga propia, aunque te ocupe toda la cara, y más fácil, si aún no se cuenta con recorrido e historia suficiente como para exponerse. Este hecho es algo que ha ido ocurriendo a lo largo de toda la historia política de España, aquellos que se inician, en general, supuestamente “limpios de polvos...” han entrado de lleno en este juego sucio de opiniones descalificatorias personales y particulares - que no de críticas- con esa tranquilidad que te da la ausencia de ese recorrido necesario para ser valorado por los otros.

Este hecho lo hemos vivido decenas de veces en nuestro más que debilitado sistema político. Cada nueva formación ha entrado de lleno en buscar las carencias y/o acciones delictivas existentes y machacarlas hasta la saciedad, logrando captar la atención de aquellos indignados votantes que esperan cambios importantes con ese recurrido discurso que apela a la rabia e impotencia y en un contexto de rebeldía y casi revolución. La historia, siempre tan controvertida y manipulable, pone a cada cual en su sitio, y hace que cada discurso evolucione y se adapte al propio interés así como al bagaje particular, obviamente, con esa cautela que obligan los propios actos.

Uno de los casos más conocidos es el de Pablo Iglesias, preso de sus propias parrafadas, garante en aquellos momentos de ese cambio revolucionario, unificador e igualitario en el que enfrentaba al pueblo contra el poder político, dando esa visión de honestidad y humildad frente a la corrupción tan extendida que acusaba este país. No era populista, demagogo y ni siquiera se mencionaba la hipocresía. El tiempo ha ido mostrando el carril de cada cual... Ahora sólo queda esperar y observar los derroteros por los que pasarán las banderitas.

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