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Cuando la Parca asola el lienzo

Es una de las formas más común de representar la Muerte en el arte

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Muerte y vida, de Gustav Klimt.

El triunfo de la muerte, de Felix Nussbaum.

El triunfo de la muerte, de Pieter Brueghel el Viejo.

Millet en La muerte y el leñador.

Las tres edades y la Muerte, de Hans Baldung.

Mörder, Hoffnung der Frauen 1909, de Oskar Kokoschka.

La Parca aparece tanto en obras religiosas como en la pintura pagana, recordándonos la transitoriedad de la existencia humana y la inevitabilidad de la muerte y así desde las antiguas culturas hasta la contemporaneidad, los artistas han explorado el concepto de la muerte, buscado transmitir su simbolismo en sus obras. 

La tradición asocia a menudo la muerte con imágenes místicas, religiosas, mágicas, incluso siniestras, mientras su representación ha sido un tema recurrente a lo largo de la historia del arte. Representar la muerte en la pintura refleja la fascinación humana por lo desconocido, por la mortalidad del ser y el poder del más allá.

En la tradición artística mexicana, celebrar con alegría la muerte es un tema central en la festividad del Día de los Muertos, que honra a los seres queridos fallecidos. Una de sus máximas representantes es Frida Kahlo y su marido Diego Rivera. Pero la vida de Kahlo estuvo marcada por el dolor físico y emocional, debido a un terrible accidente que sufrió en su juventud y a una serie de enfermedades que la acompañaron durante toda su vida. Estas experiencias personales influyeron en su arte y la llevaron a explorar temas relacionados con la irremediabilidad muerte y la mortalidad en su obra. Pinta esqueletos, cráneos y figuras moribundas, que simbolizan esa presencia constante de la muerte, del dolor físico y emocional en su vida, así como otros temas, la fragilidad de la vida y la muerte inapelable. 

En 'Sin esperanza' (1945), un cuadro de pequeñas dimensiones y a la vez uno de los más potentes y perturbadores de Frida Kahlo nos presenta su autorretrato, donde muestra uno de los pensamientos, obsesiones, más recurrentes de su dolorosa vida: la muerte. Su pintura conecta con un tema habitual en la literatura medieval como es la danza de la Muerte, frecuentemente utilizado por los artistas europeos. 

En la pintura Medieval y Moderna europea, la muerte se representa a menudo como un recordatorio de la vanidad y las tentaciones mundanas, como una advertencia sobre la fugacidad de la vida y la importancia de aprovechar el tiempo que se nos ha sido dado pues: recuerda que morirás (Momento Mori)

Uno de los pintores que muestran la tragedia de la muerte es el artista germano Hans Baldung, discípulo de Durero, en Las tres edades y la Muerte (1541-1544), un concepto constante en las representaciones artísticas del siglo XVI y especialmente del XVII, al que se le une la idea de la Vanitas: resaltar la vacuidad de la vida y la relevancia de la muerte como fin de los placeres mundanos. Da igual que poseas  juventud y belleza, pues ambas desaparecen con el tiempo y con la muerte. 

En éste presenta las tres etapas de la vida: la infancia, el bebé que duerme ajeno en el suelo; la juventud, la hermosa joven de la izquierda y la vejez, la anciana que la agarra por el brazo. El paso del tiempo está plasmado en el envejecimiento del cuerpo de la anciana y el cuarto personaje, la muerte, un esqueleto que mira de reojo con un reloj de arena. Pero en este cuadro, ante el triste destino del ser humano, si hay esperanza: a lo lejos, un crucifijo se eleva hacia la luz celestial.

El triunfo de la Muerte (1562-1563) de Pieter Brueghel el Viejo es una de las obras antiguas más conocidas de esta temática: Con su danza macabra la Muerte conduce a todos hacia su tumba, porque independientemente de nuestra posición social o riqueza, todos morimos. En un paisaje desolador, pintado con tonalidades rojizas y amarillas que acentúan un ambiente de desolación, donde la Muerte entra cabalgando un escuálido caballo y portando en su mano la azada. Con ella viene un ejército de muertos, de esqueletos, que van segando la vida de los vivos y los empujan hacia un gran ataúd que se abre a la derecha. Al fondo aparece un paisaje yermo donde se desarrollan escenas de destrucción. Todos los estamentos sociales están incluidos en la composición, sin que el poder o la devoción pueda salvarlos. Algunos intentan luchar contra su destino, otros se abandonan a su suerte. Sólo una pareja de amantes, en la parte inferior derecha, permanece ajenos al desastre. 

La profusión de escenas y el sentido moralizante evidencian la influencia de El Bosco, pero lo escalofriante de esta pintura es la falta de esperanza. Todos están condenados. Aquí Dios no aparece por ningún sitio. No hay lugar ya ni para la redención: La muerte lo puede todo.

Inspirado en Brueghel, y con el mismo título, Felix Nussbaum, pintor judeo-alemán surrealista que ilustró el Holocausto, del que fue víctima en Auschwitz, al igual que toda su familia pintó en 1944 su Triunfo de la Muerte, donde representó el silencio del horror: la locura, el grito, la persecución, la desesperación... Pensaba que la huella del horror tenía que pasar, agotarse, hasta convertirse en obra de arte. Fue uno de sus cuadros más importantes, donde mezcla la ironía, lo filosófico y la lamentación profética al modo del pintor flamenco, el último que pintó ese mismo año en Auschwitz.

Muerte y vida (1910), de Gustav Klimt. Es una de las obras más famosas y también más inquietantes del pintor simbolista. El lienzo está dividido en dos partes, en dos mundos: La Muerte a la izquierda observa con avidez y malicia el fluir de la Vida, representada por un montón de cuerpos de diferentes edades que aparecen a su derecha. Hay mujeres, niños, ancianos...e incluso un bebé, porque ni siquiera los más jóvenes escapan de ella. Sus cuerpos se superponen y abrazan unos a otros, se agolpan con ternura, caen como ingrávidos. Los personajes parecen no darse cuenta de esa figura acechante. 

La vida se representa como algo caótico y en movimiento, como un entrañable remolino que arrastra a familias y seres queridos. Así, la Muerte avanza lenta pero inexorablemente hasta alcanzar a todos...Es, una vez más, una reinterpretación moderna de Klimt de un tema muy antiguo: las danzas macabras medievales: la idea de que la muerte te va a alcanzar, da igual si eres un rey o campesino, porque llega a todos sin distinción. La muerte es un elemento unificador de toda la humanidad. Fue uno de los últimos cuadros del autor, que murió tres años después. 

Mörder, Hoffnung der Frauen (1909) de Oskar Kokoschka  fue la primera obra con temática de la muerte como protagonista. Un hombre de color rojo sangre, el color de la vida, yace muerto en el regazo de una mujer blanca, la Muerte. Así la representa este artista austriaco traumatizado con la muerte desde su infancia que, sin embargo, le pierde el miedo tras las dos guerras mundiales, aunque siempre fue un ser atormentado y melancólico. Bautizado como el 'rebelde de Viena,' escandalizó tanto al público como a la crítica de su tiempo que le bautizó con el apelativo de “el gran salvaje”.

La muerte y el leñador (1859) del pintor francés Jean-Francois Millet a quien le gustaba retratar a la gente humilde, especialmente campesinos, en un gesto de admiración y homenaje hacia el mundo rural, como demuestra en esta pintura, cuyo tema está tomado de la fábula homónima de La Fontaine y que representa al campesino resistiéndose a ser arrastrado por la Parca que aparece de espaldas portando su característica guadaña y reloj de arena, poniendo su gélida zarpa sobre el brazo del leñador que grita inútilmente. Una vez más Millet fue criticado y alabado a la vez. Si para unos siempre trataba los mismos temas, la dureza de la vida rural, para otros, sus escenas no eran lo suficientemente amargas, poseían un realismo romántico idealizado, un tanto irreal. 

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