El Loco de la salina

Era un hombre bueno

Este hombre ha pasado a ser el gran ausente a partir de ahora en que sus huesos descansan como nunca descansaron.

Publicado: 03/08/2020 ·
13:25
· Actualizado: 03/08/2020 · 13:25
Autor

Paco Melero

Licenciado en Filología Hispánica y con un punto de locura por la Lengua Latina y su evolución hasta nuestros días.

El Loco de la salina

Tengo una pregunta que a veces me tortura: estoy loco yo o los locos son los demás. Albert Einstein

VISITAR BLOG

Hoy les voy a contar la breve historia de un hombre que se ha ido dejando una huella entrañable en los que tuvimos la fortuna de tratarlo durante los últimos años de su vida. Su nombre es lo de menos, pero les garantizo que era un hombre bueno y que ha muerto siendo lo que era: un hombre bueno. A primera vista esto parece normal, pero no lo es. Hay hombres buenos de calidad, regulares del fú ni fá, y malos de mala uva. Esa es la vida. Igual que aquí en el manicomio hay locos del todo y los hay a medias. A él le tocó ser de los hombres buenos de calidad. Sin embargo, no todo el monte es orégano; tenía un gran defecto, que era del Real Madrid hasta las trancas, aunque eso se le podría perdonar porque en su afición iba incluida la penitencia.

Este hombre ha pasado a ser el gran ausente a partir de ahora en que sus huesos descansan como nunca descansaron. Han sido más de veinte años los que hemos tenido la suerte de disfrutar de su presencia y de compartir recuerdos y vivencias. Con su media lengua y su risa entrecortada dejaba claro que en la vida, aparte de otras cosas, hay que tener suerte. Es verdad que disfrutó lo suyo, que se fumó sus buenos puros, que fue a las mejores corridas, que no le faltó su buena pringá ni los avíos del puchero ni el pescaíto frito. Pero también es verdad que el tiempo no perdona y que se vio obligado a buscar un refugio en los últimos años de su vida en que las cosas se le torcieron. Y ese refugio fue mi casa, que pasó a ser también la suya.

Se convirtió en cariñoso abuelo de quienes no eran sus nietos, pero más que si lo fueran, porque a su cariño de tío añadía el que no podía ofrecerles a los suyos de sangre. Los llevó muchas veces al colegio, traía el pan en una mano y en la otra la mano de alguno de mis nietos, compartió mesa y mantel tanto en Navidades como en cualquier día de cualquier interminable año, mientras que lamentaba el olvido de quienes habían sido el fruto de sus muchos trabajos y desvelos. Una simple gamba en Navidad ofrecida por ellos le hubiera colmado de felicidad, pero ni eso. Nosotros le ofrecimos el mejor antídoto contra la soledad: la compañía, el apoyo y el afecto por el que suspiraba.

Ya descansa en paz y poco importa si sus cenizas se las llevó el viento o se guardan en una cajita muy mona. Él quería que fueran depositadas en un columbario, pero hasta para eso tuvo mala suerte y en el otro mundo estará viendo cómo no se cumplió su voluntad manifestada durante mucho tiempo. Así se escribe la historia. Dicen que todo se paga en esta vida, pero yo lo dudo; más bien creo que muchos se van de rositas después de haber hecho bastante daño.

Les cuento todo esto, porque, aunque ustedes saben que estoy loco, también les tengo que decir que queda un hueco en mi corazón para escribir sobre estas cosas que nos marcan y que nos avisan de que no todo es tan bonito como muchas veces parece.  Sorpresas te da la vida. Cuando algunos sean mayores de cuidar, comprenderán el calvario de un hombre bueno que murió sin el apoyo que pedía y que le hubiera dado mucha vida. El tiempo va dejando las cosas en su sitio. Vamos a darle tiempo al tiempo.

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN