Me he levantado esta mañana y he observado desde mi cuarto que hay una fiesta monumental en el manicomio. Los locos están tirando hasta cohetes. Al parecer ha salido la increíble noticia de que aquí no se va a morir nadie hasta los 87,4 años y ya se pueden imaginar el jolgorio que se ha formado. Y es que saber que, pase lo que pase, no te vas a morir hasta pasados los 87 te da una tranquilidad y una paz extraordinaria. Esta mañana he visto cómo se tiraban de cabeza unos cuantos desde la parte más alta de la tapia y, con la cabeza abierta aunque vacía, en vez de llorar se reían del mundo. Por supuesto que los vigilantes no dan abasto y ya se les está acabando la mercromina y la paciencia. Todo esto me recuerda cuando una vez anunciaron en mi barrio que el fin del mundo iba a producirse el día equis a las doce de la mañana y el güichi que había cerca de mi casa se llenó de borrachos desde el amanecer hasta el mediodía. Cuando el dueño del bar quiso cobrar antes de esa hora, le dijeron que para qué, si a las doce se acababa ya toda la historia.
Pero les voy a explicar lo que ha pasado en esta ocasión. Por lo visto ha salido en la prensa la noticia de que, según un estudio de la Universidad de Washington (Seattle, EEUU), España en el 2040 será el país con mayor esperanza de vida del planeta Tierra. ¿Cómo se queda? Eso no está pagado. Y los españoles…, cuanto peor mejor…Perdone, ¿en qué estaría yo pensando? Decía que los españoles tendrán entonces una esperanza de vida de 87,4 años e incluso algo más, si se lo proponen. Si se quita el decimal, tampoco pasa nada; total, qué más da por unos cuantos meses más o menos. ¿No es para reventar de pura felicidad? ¿No es para venirse arriba de una vez por todas? Algunos locos previsores ya están diciendo que, si se cuidan un poquito más, es fácil que puedan llegar a los 125 añitos. Por eso se han propuesto de aquí en adelante unas cuantas cosas: cuidar la memoria para no caer en el Alzheimer, tomarse las pastillas, cuando toque, para que el corazón y el coco les funcionen con normalidad, dejar de fumar radicalmente, dejar de beber radicalmente también, dejar de comer, dejar de respirar, es decir, dejar de vivir para poder vivir más tiempo. Aquí nadie sabe ni quiere saber de estadísticas ni de medias. Los más despabilados comentan la falsedad de las estadísticas. Ya conocen lo del pollo. Si usted se come un pollo y yo ni lo pruebo, la estadística dice que nos hemos comido la mitad cada uno. Pero lo escrito, escrito está, y, si los americanos, hartitos de hamburguesas, aseguran que los españoles vamos a durar más de lo que nos podemos figurar, habrá que creérselo y tocarles unas palmitas por el detalle.
Ahora mismo en este macabro tema de supervivencia nos supera Japón, Suiza y Singapur, que son los países donde parece que es muy complicado morirse, pero todo se andará, porque, a la hora de competir en mantenernos vivos, los españoles somos únicos y estamos dispuestos a durar más que Sálvame Naranja. La verdad es que nadie ha visto un muerto japonés, ni un fiambre suizo y mucho menos un difunto de Singapur.
Vamos a ver lo que va a durar la fiesta en este manicomio, pero supongo que todo acabará, cuando se vayan para allá unos cuantos, digan lo que digan las estadísticas.
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