No es justo tener que escribir de la muerte de alguien que ha escrito sobre la muerte mejor que nadie. No es justo que Cádiz se quede sin uno de los que mejor le ha escrito. No es justo que un hijo no conozca a su padre, por mucho que vaya a conocer su mito. Nada es justo cuando todo acaba de esta manera.
Si dicen que pueblo que canta, pueblo que espanta a sus males, Cádiz va a tener que cantar más que nunca, porque este mal va a tardar muchísimo en irse. Cuando se marcha un genio que ha llenado la vida de tantísima gente de frases, de una copla para cada momento, queda un vacío que es imposible de llenar.
Queda un corazón en su sílaba final que nos ha llenado a todos con un millón de carnaval, queda una noche de mayo que ya nunca preferiremos, pero siempre vas a estar. Porque aquí creemos y seguiremos creyendo en ti, oh todopoderoso capitán, como creemos en la vida eterna de tus Coplas, o de los carnavales, que no es lo mismo pero son iguales. Porque no hay carnaval sin capitán ni capitán sin veneno. Mañana será a nosotros a quien nos tiemblen las piernas caminito del Falla, porque ya nunca será el mismo camino.
No queda más que mandar un abrazo enorme a sus dos familias, la de sangre y la de carnaval, y pensar, que qué verdad esa de que nadie se marcha del todo mientras sea recordado, por eso serás inmortal. Y échale un ojito a Cádiz, que alguien tendrá que seguir diciéndole las verdades, aunque sea desde arriba.
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