El alcalde ha declarado que “los sevillanos están cada vez más cabreados” con las “medidas desproporcionadas” adoptadas por los taxistas y ha advertido que el Ayuntamiento no va a tolerar que sigan colapsando el tráfico con sus marchas lentas o “caracoladas” y los accesos a Fibes, como ocurrió durante el Sicab. No es la primera vez que ocurre en este mandato ni parece que será la última, porque Espadas y su delegado de Movilidad, Cabrera, no pasan de las advertencias y son puestos en evidencia en cada pulso del sector al Consistorio con motivo de su particular guerra contra los VTC, en la que exigen un alineamiento total del gobierno local al margen de las normas, para cercenar de raíz cualquier competencia.
El portavoz de una de las asociaciones de taxistas ha alardeado de haber rellenado cerca de 80 boletines de denuncia contra conductores de VTC junto con la Policía Local, una actuación que, de confirmarse, sería un auténtico escándalo porque equivaldría a convertir a los taxistas en agentes de la autoridad y demostraría complicidad del Cuerpo de Seguridad con el gremio en una persecución específica contra los competidores de aquéllos. Dice Espadas que se lleva el escenario hasta el punto de generar un daño a la propia imagen del taxi. Se equivoca: el daño es a la imagen del Ayuntamiento, a la de él mismo como alcalde y a Sevilla mientras su gobierno siga sin imponer su autoridad.
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