Cartas a Nacho

Noviembre

Y así discurre el mes. Encajonado entre la temible y terrible fiesta vikinga de Halloween...

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La triste y melancólica luz del otoño ya se acompaña de la niebla que produce en la calle, el tueste de las castañas, el fruto más triste y melancólico del año. Es Noviembre, el más triste y melancólico mes del calendario.

Tiempo de transición, en el que aún no alcanzamos el descanso del “puente” de la “Inmaculada Constitución” o el algarabío de la Navidad y las fiestas de fin de año. Espacio para la espera, para los preparativos. Sin embargo, al contrario de otros meses en los que esa espera se hace gozo, en éste, en Noviembre no se alcanza esa dicha. Más bien deseamos que pase pronto. Lo más fugaz posible.

Posiblemente a esta tierra, que es más de luz y de alborozos, no le sienta bien el recogimiento, el ocre que supone estos días. Y así discurre el mes. Encajonado entre la temible y terrible fiesta vikinga de Halloween.

Desposeído de su identidad de los difuntos y los sobresaltos fóbicos que cada año supone la incierta celebración de la Navidad. Sinónimo de comportamiento de compañeros de trabajo en comidas de empresa nunca pensado, invasión de hordas de niños gritones en las que, en otras épocas del año, son calles tranquilas o “pastelosas” dedicaciones presuntamente llenas de buenas intenciones a vecinos y a amigos.

Sin olvidarnos, claro, de los cuñados. Seres, que por la lotería de la vida, nunca pensante que iban a formar parte de la tuya.

Para los que no somos de gritos y luces de neón, sin embargo, Noviembre es necesario. Es el paso atrás para coger impulso. El descanso del guerrero. Es el tiempo en el que puedes escuchar tu voz. Es el paseo vespertino rodeado de álamos. No es el amarillo del verano, ni el rojo del invierno, es el dorado del ocre. La difuminada silueta de edificios que se hacen casi invisibles en este tiempo. Es el agradable cachetón de aire frio de la mañana cuando abres la puerta de casa. Son los primeros “acurrucos” de tu pareja. La mirada de incomprensión de tu perro que percibe cambios en el decorado. El olor a tierra mojada de las primeras lluvias y el recuerdo de la infancia en la que renovabas el vestuario. Cambio de armario. Y el café vuelves a pedirlo caliente.

Al igual que ocurre con otras fiestas que acaban devorando las esperas, en las calles ya se anuncian las de Navidad y fin de año. Somos muchos, sin embargo, los que necesitamos de Noviembre. Es nuestro espacio, el que deseamos antes de retirarnos y dejar que lo barroco, el exceso lo invada todo. La puerta que no se abre hacía fuera, sino para dentro. Y así discurre Noviembre. 

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