El próximo lunes 1 de abril se cumplen 82 años del Bombardeo de Jaén, un lamentable hecho histórico del que hace pocos años no existía una conciencia colectiva dado que nuestro mayores, salvo excepciones, parece que no quisieron transmitir el inmenso dolor de un acontecimiento que, seguramente, les marcó tan profundamente que casi preferían no entrar en sus detalles.
Personalmente creo que fue Juan Cuevas Mata quien, primero con un artículo sobre este episodio de la Guerra Civil en Jaén y, posteriormente, con su publicación titulada “Bombardeo de Jaén”, editada por la ARMHJ, propició una gran difusión del drama vivido en nuestra ciudad. Por supuesto también los trabajos de Luis Miguel Sánchez Tostado, Santiago Jaén Milla u otros autores.
Desde que colaboro en el Viva Jaén con esta columna, he recordado anualmente el trágico suceso. Lanzaron sobre Jaén 68 bombas de 50 kg y 7 bombas de 250 kg. Un total de 5150 kilogramos de trilita, que dejaron una ciudad irreconocible y sesgaron la vida de 157 personas en apenas unos minutos. Para que podamos hacernos una ligera idea del doloroso acontecimiento, de los 157 fallecidos, 64 eran menores de 18 años. Aparte, el Ministro de Comunicaciones de la República, cifraría en más de doscientos ochenta los heridos.
Los heridos se trasladaron al Hospital Viejo (San Juan de Dios), a la Clínica La inmaculada, Casa de Socorro y Cruz Roja, acompañados de terribles escenas de nerviosismo y preocupación por parte de las familias que se agolpaban para saber de sus parientes en las zonas comunes de los centros sanitarios.
De otra parte, los cadáveres de los fallecidos y los numerosos restos humanos esparcidos por las calles (piernas, brazos...) se ubicaron en una sala del Cementerio Viejo. Luego, entre el 2 y el 7 de abril de 1937, en represalia por el Bombardeo, 128 fusilados.
La fortuna ha querido que las nuevas generaciones no hayamos conocido, tan de cerca, la violencia de una guerra o un episodio tan trágico como el que hoy recordamos aquí. Sólo si recordamos lo sucedido, una y otra vez, podremos llegar a comprender que los enfrentamientos armados son el más triste de los finales, por mucha justificación que tengan.
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