Pájaros de todo tipo, desde el periquito común a la exótica cacatúa, conejillos de indias, hámsters y tortugas darán paso a dulces artesanos, productos con denominación de origen catalanes y libros, una mutación en la que se perderá parte de la esencia ramblera, pero que cumplirá con la Ley de protección de los animales de 2003 y la Ordenanza municipal de protección de los animales.
El panorama, en este turístico agosto, es cuánto menos extraño en la parte alta de Las Ramblas, lugar en el que su ubicaban las once pajarerías existentes en la vía.
Tres establecimientos siguen abiertos, pero se ven muy pocos animales en las jaulas y los pajareros, apesadumbrados unos y otros muy reticentes a hablar con la prensa, se afanan en ultimar detalles antes del cierre.
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