Alfonso Pérez
Lavarse las manos, un simple acto que puede terminar por volver a ser determinante en la historia y sea el que marque este inicio o final de década, según se mire. No lo será por el acto de higiene que conlleva y el evitar contagio que implica ejecutarlo. Tal vez sea determinante por ser el gesto que condene a una sociedad entera a la crucifixión social, personal y que vaya acompañada de la total pérdida de libertades.
La economía y la sociedad del s. XXI están sufriendo un auténtico crack, muy superior al económico del 1929. A partir de aquel de 1929 todo cambió. La sociedad, la economía y las estructuras sociales crearon una nueva geografía social. El mundo ya no volvió a ser el mismo. Este crack que estamos sufriendo es muy superior a aquel.
Es un crack global y que afecta a todos los soportes del ser humano, a su propia existencia. La consciencia de ello, por si sola, ya convierte en irreversible el hecho. Es como si una luz hubiera iluminado nuestra debilidad como sociedad y nos la estuviera mostrando en toda su crudeza. Ya somos conscientes, lo estamos viendo y no podemos negar la evidencia. Ante esta evidencia, ante este naufragio, solo cabe actuar y buscar soluciones para que no vuelva a ocurrir.
Pero primero hay que sacar al náufrago de las aguas en las que se encuentra atrapado. Hace una década, cuando la economía era la enferma, cuando las entidades bancarias caían a diario, se encontró un remedio para parar esa catástrofe. El remedio fue convertir una deuda privada en pública y hacer que lo soportarán el bolsillo y el esfuerzo titánico de los ciudadanos.
El pueblo llano asumió una deuda que no era suya, que no había creado. Fue un acto de generosidad, impuesta, que salvó a los bancos y con ellos al sistema financiero verdugo de la clase media. Hoy son los ciudadanos los que están enfermos. Cada día cientos de ellos están pagando con sus vidas los recortes de aquella factura del sistema, la factura que salvó la economía, la que firmó la condena a largo plazo de los ciudadanos.
A medio plazo también hemos perdido la calidad de un sistema educativo que se ha reflejado en la irresponsabilidad de muchos ciudadanos catequizados por el egoísmo del sistema. Fiel reflejo de estos es la representación institucional de nuestros gobernantes.
Sin duda alguna es el momento de que el sistema financiero, los bancos bien saneados y con grandes beneficios salden la deuda que contrajeron con los ciudadanos y costeen gran parte o el total de esta crisis que se nos viene como un tsunami hacia nuestros hogares y nuestras empresas.
Es necesario que se salven las empresas, autónomos y miles de puestos de trabajos necesarios para que esta etapa la veamos como una lección social y sólo sea un mal recuerdo que inicie una nueva era social y económica.
La herramienta que necesitamos para saldar esta deuda debe emanar de unas instituciones honestas y sinceras, capaces de hacer un sacrificio responsable y que, con la misma fuerza que nos piden que nos quedemos en la casa, manden a su casa a los parásitos de la política, de las cosas del pueblo, de su representación.
La recuperación de la Sanidad y de la Salud debe incluir a los ciudadanos y a las instituciones. Si esto no se hace así, este sacrificio y las vidas que se están perdiendo habrán sido en vano y nuestro Sistema estará reviviendo la escena en la que Poncio Pilatos se lavaba las manos, esta vez para crucificar a los ciudadanos.
Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es