Estas multinacionales no son actores cualquiera. Su función principal, evidentemente, es ganar dinero porque no son ONG. Pero como todo lo que afecta a la salud, existe un importante componente solidario. Muchas de ellas participan activamente, como se ha demostrado con los tratamientos del sida en África. Pero otras no tienen intención alguna de mejorar la calidad de vida de las personas sin pago previo, como se ha demostrado en el mismo caso africano. Sea cual sea el grado de solidaridad de cada una de las multinacionales, son empresas privadas y están en su derecho de dirigirla como quieran. Nadie puede obligarlas a dar su producto gratis. Novartis ha explicado que la gratuidad de las vacunas no es posible, pero sí el abaratamiento del precio. En cualquier caso, quieren que el trabajo sea costeado o por los países pobres o por los ricos. Es lícito, como lo es también no comprar ninguna vacuna a Novartis y recurrir a las farmacéuticas que están apostando por ofrecerlas gratis. Las hay, por lo que el debate no tiene mucho sentido a estas alturas. Como tampoco lo tiene llenar de dinero los bolsillos de Novartis cuando otros dan lo mismo, pero altruistamente.
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