Dicen los sabios, que ahora son los que practican el coaching, un entrenamiento personal con carácter trascendente y mercantil al mismo tiempo, que no es cierto, como cree Zapatero, que “el límite es el cielo”, porque aunque eso funciona, que funciona, cuando llega la caída, que también llega inexorablemente, la depresión es inevitable. Es cierto que los predicadores del pesimismo acaban sumiéndote en una tristeza insuperable, pero aunque hace falta un cierto optimismo, tampoco hay que pasarse.
No se puede avanzar con dirigentes sordos y ciegos, inmunes a la realidad, ni con quienes la ocultan o la disfrazan. Es cierto que es más divertido, pero los resultado son siempre dramáticos.
Los que denuncian ahora el insoportable endeudamiento al que nos está llevando el Gobierno, que posiblemente no es nada comparado con el que vamos a alcanzar a medio plazo, saben que lo que se debe, se acaba pagando. Y que cuando no hay con qué, se produce la quiebra. Decía el ex ministro Gómez Navarro que “hoy, producir, produce cualquiera; lo importante es vender”.
Da la sensación de que el presidente del Gobierno y sus ministros han hecho un cursillo acelerado con el ex ministro y no producen nada pero lo venden todo como si fuera éxito suyo. Y que sus oponentes del Partido Popular, todavía no se han aprendido la lección y no venden nada. A unos y a otros, como a los sindicatos y a la patronal, los ciudadanos deberíamos pedirles un poco más de dedicación y, sobre todo, una dosis mínima de rigor.
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