Administración y política

Las reformas son para todos, y a la vez para nadie, la transparencia de la reforma está en lo impersonal.

Publicidad Ai Publicidad Ai Publicidad Ai

Las personas inteligentes son tan insensatas como ingeniosas, aunque lo primero sea difícil de imaginar en ellas, a la verdadera inteligencia la envuelve la sabia pasividad del silencio que la protege de la insensatez. La Administración Pública dota del contenido adecuado a la racionalización política. El pensamiento deductivo del político debe incorporarse dentro de una estructura lógica que se llama sistema institucional. Es una organización rígida de personas públicas con inquietudes competenciales (dimensión trascendente de la función) y afán de servicio, donde la necesidad de la lejanía del político en la ejecución de los actos administrativos, es fundamental para el cauce de su energía. Lo que es complejidad en la ejecución del acto, no tiene que ser causa compleja en la solución en la que el político debe comprender y exigir ampliamente el  significado del resultado definitorio del acto en cuestión. Los gobernantes han de poner los asuntos en manos de la Administración Pública que posee el conocimiento de los procedimientos. La labor no es de reputación política, es de eficiencia administrativa. Una solución rápida expresable en término de sencillez.

En la naturaleza profunda de las cosas, la armonía se explica en las relaciones proporcionales en el tiempo de los hechos y las propiedades de los mismos. Las bondades de los actos administrativos están en la conjugación de la eficacia resolución-tiempo. La idea de simplicidad final implica la noción de exactitud del complejo sistema institucional hacia el ciudadano benefactor de los servicios del mismo. El peso insoportable del juego de documentos es un no-ser indescifrable en las situaciones de incompetencia, es una benigna conspiración que se hermetiza cuando los asuntos ceden en el tiempo invisible de lo desconcertante, una realidad que ni busca el silencio, ni impide alcanzar su compañía. La Administración Pública reconoce el-qué y su-quién, dándole la ayuda y el espacio debido. Es el logos en su esencia, la síntesis literal y el sentido típico de lo comprensible.

En el mundo actual, sin una Administración Pública moderna es imposible un buen gobierno. La voluntad político-constitucional de los gobernantes falla desde hace varias décadas, un grave problema estructural al que se enfrenta el Estado, que no se resolverá con una Reforma Constitucional, que ocupa un segundo término en la cadena causal. Con los cambios de gobiernos, la Administración Pública no ha variado en lo sustancial, decir que todos los problemas se deben al bipartidismo es algo simplista y superficial. La realidad es que nos encontramos con un Estado débil y una Administración Pública ineficiente, no se pueden dictar buenas leyes y carecer de herramientas para ponerlas en la práctica o eternizar los incumplimientos judiciales; o aún más grave, someterse a las presiones de los poderes fácticos internos y externos. España necesita generar un modelo de sociedad basado en una justicia social real y acorde con él, una Administración Pública que lo acompañe, donde prime un sistema educativo que proporcione el vitalismo oportuno a la sociedad, con la incorporación de instrumentos que den sentido a los nuevos tiempos que vivimos.

Las reformas son para todos, y a la vez para nadie, la transparencia de la reforma está en lo impersonal, ello se manifiesta cuando irrita a los contrapoderes del Estado. No hay mayor proclama de la  Administración Pública que ser absuelta de los intereses ocultos de la política y sus contrapoderes: Una joven Administración Pública basada en la eficiencia.

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN