Mariano Rajoy acudirá a Andalucía cinco días en la campaña electoral de las elecciones andaluzas. Va al rescate del cabeza de cartel del PP, Juan Manuel Moreno Bonilla, que, según algunas encuestas, está al borde del batacazo electoral. Pese a que el líder del PP está cortito en valoración ciudadana en los sondeos, nadie en su partido cuestiona su presencia en la campaña andaluza. Allí estará intentando venderle a los andaluces su recuperación económica y prometiéndoles empleo. Los datos del paro de febrero, en los que Andalucía sale muy perjudicada –pierde 2.121 empleos mientras en el resto del territorio nacional se ganan 13.538-, abonan que pueda hacerlo. En verdad no le queda otra para evitar el descalabro electoral.
Por el contrario, el PSOE-A va a utilizar lo justito a Pedro Sánchez para guardar las apariencias. Aunque los sondeos lo sitúan entre los más valorados de España, los socialistas andaluces solo le darán bola dos días en campaña. Bajo la excusa de que el perfil de campaña que interesa es “más sectorial” y andalucista, que no sirve para ocultar la mano caprichosa de Susana Díaz, el PSOE-A ignora que Sánchez ha salido muy reforzado del pacto antiterrorista que firmó con el PP, la operación en el PSM para situar a Ángel Gabilondo como cabeza de cartel en la Comunidad de Madrid y el debate del Estado de la Nación. Nada que ver con el Rubalcaba achicharrado de hace tres años. Por todo ello, más que perjudicar al PSOE-A, Sánchez podría ayudar en una campaña en la que los socialistas andaluces deben intentar alcanzar o acercarse lo más posible a la mayoría absoluta, si no quieren verse obligados, en última instancia, a entregarse en los brazos del PP para lograr la investidura de Díaz, con contrapartida de vuelta, claro.
Por otro lado, este diseño de campaña endogámico, de yo me lo guiso y yo me lo como, transmite una falta de unidad en el seno del PSOE, que siempre afrontó los procesos electorales aparcando las diferencias, desde el ‘prietas las filas’. Y los electores no suelen premiar este tipo de cuitas internas, sino más bien las castigan. Y también limita la movilización de la militancia, fundamental para llevar a buen puerto las expectativas de los dirigentes. El ninguneo del secretario general del PSOE, impresentable de todas, todas, no está en la cultura socialista. En fin, lo único claro es que Díaz se ha quedado con todas las papeletas del PSOE para el 22-M, para lo bueno y para lo malo.
Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es