En román paladino

Sondeocracia

Es bueno mandar parar. Cada cual que diga lo que quiera, pero los demás podemos criticar la tentación bonapartista de quien quiere arrogarse una representación que -hoy por hoy – no ostenta

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Hasta ahora la democracia se articulaba por la vía del voto. Partidos, coaliciones,  campaña, noche de nerviosismo de recuento electoral, espectáculo de “todo el mundo ha ganado y nadie ha perdido”, reparto de escaños y composición del gobierno con los que de verdad han ganado. Eso era hasta ahora. A partir del mitin de Pablo Iglesias en el teatro de Bellas Artes las cosas han cambiado. Allí –por virtud de los sondeos electorales- se autoproclamó líder de la oposición. Inauguró la sondeocracia. Nadie discute ya en España que el mapa político va a cambiar sustancialmente –yo lo he defendido en estas páginas varias veces-. Ese no es el tema. El asunto de fondo es que la voluntad que se cuenta en un sistema democrático es la expresada en la urna mediante el voto libre y secreto y no el expresado a un encuestador ya sea telefónicamente o con carácter presencial.

A veces las cosas se entienden mejor cuando los razonamientos se llevan al absurdo. Siguiendo el ejemplo del líder de Podemos la señora Marine Le Pen, también diputada en el Parlamento Europeo y jefa del Frente Nacional francés, que adelanta a los demás partidos en las encuestas podía estar reclamando la presidencia de la República francesa, lo que no ha hecho, ni hará. Del mismo modo se podrían poner otras situaciones similares en distintos países. Aquí mismo. ¡Que tengan cuidado los alcaldes! Son los cargos que están a pie de calle y cualquiera que tenga un buen sondeo puede subir las escaleras que conducen a la  Alcaldía, darle un empujón al ordenanza enseñándole la encuesta  y buscar el bastón de mando y atraparlo diciendo que ya le pertenece.

Ha sido un acto de soberbia y de suficiencia, puesto de manifiesto por vez primera por todos los partidos. No se puede uno reunir con sus partidarios en un foro y auto proclamarse nada, salvo candidato a ser lo que le venga en gana. Pero sólo candidato, porque los puestos los dan los votos, como le dieron el suyo legítimamente  al Parlamento Europeo. Es bueno mandar parar. Cada cual que diga lo que quiera, pero los demás podemos criticar la tentación bonapartista de quien quiere arrogarse una representación que  -hoy por hoy – no ostenta. ¿Bonaparte? Se proclamó Emperador y se coronó él mismo.  A los demás se nos puede quedar la misma  cara que a  Pío VII que iba a coronarlo cuando Napoleón le arrancó la corona imperial y se la puso él mismo. Pues eso. 

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