Era un juego enfocado, también, a inculcar el hábito de permanecer sentado, tan difícil de conseguir en los niños inquietos. Fue un éxito pues todavía andan expuestos en las jugueterías, con distinto formato pero de igual contenido. Pero claro, con el salto a la pantalla se ha visto alterado. La tecnología ha sustituido el tablero por un panel táctil donde el concursante posa o arrastra el dedo para conseguir las pistas que le lleven a descubrir a un famoso, ataviado con uniforme blanco, barba y gorro de cocinero, por ejemplo. Si el concurso fuera sólo lo expuesto, sería un motivo para reunirse en torno al televisor y pasar media horita en amor y compaña, sin otra pretensión que entretenernos ejercitando un poco las neuronas, nada más. Al fin y al cabo ese es el formato primigenio, sin embargo se queda en un querer y no poder por obra y gracia de la presentadora, dicho esto con el mayor de los respetos, ya que se supone que los diálogos, la breve conversación que mantiene con los concursantes, obedecen a un guión, al parecer elaborado por sus enemigos.
Pilar Rubio es una chica muy mona que se dio a conocer en un video clip de Bustamante. Desde hace un año o poco más la vemos en La Sexta, junto a Patricia Conde y Ángel Martín, ambos con más cara que espalda, cuyas chaladuras se ven arropadas por risas enlatadas. Ella tampoco se queda atrás, pero enjaulada en un guión donde debe de dar vida a una reportera, al parecer, muy sexy y con poco seso. Y lo hace muy bien, lo cual no quiere decir que carezca de inteligencia, todo lo contrario, es muy buena actriz. Al estar ahora en la televisión de Andalucía, ignoro si echa mano al doblete para compatibilizar sus apariciones, el hecho es que conduce Adivina quién en es quién sin que caiga el velo de despiste que la envuelve y arrastra como el sudario de un fantasma. Quizás interese o “le interese” alimentar esa imagen. Bien, pero para programas como Sé lo que hicisteis..., y no en un concurso. Aunque su contenido sea sencillo, fácil e incluso divertido, el rigor no debe extraviarse y mucho menos el respeto al concursante, quien acude voluntariamente, previo casting, claro está. Tras el saludo inicial y el mohín habitual, le pregunta su profesión para inmediatamente pasar al recuento. Qué recuento, se pregunta el concursante, si aún no hemos empezado. Ella, con seriedad, recuerda los cero puntos “que no está nada mal”, asegura.
En ese momento el espectador se pregunta por qué reincide, por qué busca el entretenimiento en la tele si casi todos los concursos parecen estar enfocados a la vil tomadura de pelo.
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