El ojo de la aguja

Cátedra de mendigos

Resulta que en Italia, tan adelantada en todo tipo de artes, surgió el primer catedrático de la mendicidad. Se trata de un tal Evio B. Otta. El individuo en cuestión estuvo impartiendo por las calles de Roma clases de todo tipo

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Cada vez que se toca el tema de la mendicidad, que duda cabe que, nunca se habla con la medida justa. Actitudes que descalifican en muchos casos a seres humanos que bastante tienen con encontrarse en esta situación, fruto resultante  en la que la sociedad actual los colocan. Y todo viene a cuento porque en este apartado social en el que se radicaliza el estado marginal de las personas bajo mínimos. En otras latitudes, estas personas les llevan ventaja a esos otros mendigos que pululan por nuestras calles.Se me pone por delante una noticia –ya hace tiempo de ello- que `por lo peculiar no deja de ser interesante con el tema de hoy.
     Resulta que en Italia, tan adelantada en todo tipo de artes, surgió el primer catedrático de la mendicidad. Se trata de un tal Evio B. Otta. El individuo en cuestión estuvo impartiendo por las calles de Roma clases de todo tipo, para que aquellas personas empobrecidas, impudientes y sin nada, puedieran aprender unas fórmulas que les permitieran subsistir. Y en cuanto al capítulo de ingresos por sus ejercicios petitorios, les recalcaba que huyeran de la mendicidad pasiva, y para tal fin, el citado Evio Otta, realizó unos cursos en las calles y plazas de Roma, al aire libre, cobrando por derecho como si de cualquier otra actividad laboral se tratara.
Los referidos cursos llevaban como finalidad adiestrar a los mendigos en sus distintas habilidades, quizás encubiertas porque tal vez nunca despertaron en los mismos, para que una vez perfeccionados en los ejercicios de aprendizaje las pudieran llevar a la practica.
Los tiempos cambian, y para peor, las actitudes y comportamientos también, se nos va a quedar muy lejos acá, de puertas para adentro, esa imagen ávida de solidaridad de mendigo de las calles y plazas bullangueras del pueblo. Una mendicidad parada en el tiempo, en comparación con las de los músicos que ya nos visitan, saltimbanquis y manejadores de atracciones. Lo dicho, que hasta para estar mas tieso que un palo, se va a necesitar una preparación exigible y adecuada, que permita a muchos de nuestros mendigos poder competir  a la hora de extender la mano por una dádiva, con la mejor de las dignidades como pedigüeños, y también para que el ropaje de estas personas que bastante tienen con su desgracia, no se mire de soslayo, que bastante tienen  con su desgracia. Lo dicho, habrían que haberle hecho como un recordatorio en la plaza de Roma, un monumento al mendigo Evio B.Otta por tan feliz y acertada idea.

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