De Dulce Nombre a duelo amargo

La lluvia pasó factura al Viernes Santo pero permitió una madrugada reducida

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  • Angustias y penas. -
El Viernes Santo dejó un sabor agridulce entre quienes se asomaron a las procesiones arcenses, que en un día tan decisivo en la cronología de la pasión se contaron por miles desde la Corredera hasta San Pedro, en uno de los mejores ambientes, si se puede reseñar, de los últimos años, a lo cual contribuyó sin duda el retorno de cientos de hijos de la ciudad para tomar unos días de asueto alrededor de un acontecimiento que en Arcos tiene un sentido profundamente arraigado.

En la madrugada, con pocos minutos sobre el horario previsto, la hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno puso rumbo a un trayecto incierto, con una bienvenida popular que se tradujo en la hermosa saeta que le dedicó la ganadora del programa televisivo Se llama Copla Laura Gallego. Los alrededores de San Agustín fueron una vez más un auténtico hervidero humano, con miles de vecinos arcenses y foráneos deseosos de asistir al mágico momento en que Jesús Nazareno sale del viejo templo encabezando el desfile más multitudinario de Arcos, con casi 1.500 hermanos y otros tantos incondicionales que hacen el recorrido junto a las imágenes. El Señor pudo lucir la túnica que le hubiera correspondido estrenar el año pasado, en el que finalmente se optó por otra donada por un hermano.

La procesión, que puso en la calle además los tradicionales pasos de Nuestra Señora del Mayor Dolor y Traspaso con San Juan Evangelista y el de la Santa Mujer Verónica, así como sus armaos romanos, fue retransmitida en directo durante unos minutos por Canal Sur TV dentro de su programa especial de la Semana Santa andaluza, lo cual enaltece más aún el valor de la Semana Mayor de Arcos, como también fue seguida ampliamente por la felizmente retomada televisión local Sierravisión.

Los pronósticos de la hermandad dirigida por Manuel Padilla Pajuelo se vio obligada a regresar a San Agustín cuando estaba a la altura de San Pedro. No en vano, a los arcenses aún les quedaba en el paladar el reciente via crucis cuaresmal del Consejo Local de Hermandad y Cofradías, donde la imagen de Nuestro Padre desfiló en procesión ante la admiración de su pueblo.

En la parroquia de San Francisco, la hermandad del Dulce Nombre sacó con fortuna sus dos pasos, aunque la lluvia de última hora de la tarde provocara un regreso más precipitado de lo deseado. Aun así, la cofradía dirigida por Milagros García de Veas realizó una salida de lo más tradicional, con la presentación de decenas de niños vistiendo los colores blanco y rojo, seguido de los primeros tramos de nazarenos y del paso del Dulce Nombre de Jesús, con un escueto friso rojo de claveles, con la enternecedora imagen del Niño sobre su antigua peana convertida en promontorio a los ojos del público; una de las novedades que ha registrado el desfile este año después de un importante proceso de restauración. La procesión trasladó en su primer tramo su carácter infantil y, por ello, de cierto júbilo.

A la orden del director de la banda municipal de música Vicente Gómez Zarzuela, sonó la música para María, en unos de los momentos más significativos en término bíblicos, por la imagen que ofrece Nuestra Señora de la Quinta Angustia con su hijo, el Santísimo Cristo de las Penas, muerto entre sus brazos. Su bello paso lució la escalera que fue precisa para el descendimiento de Cristo de la cruz. Su alfombra floral fue de claveles rojos salpicados de lirios. Su salida parroquial dejó su aroma característico a incienso y a primavera andaluza, y una mirada de complicidad, en particular, de las mujeres que son y se sienten madres. La Virgen lució manto granate con bordados en oro y, en su pecho el simbólico corazón aseatado, y su imponente corona en la que el suave viento de la tarde hacía enredarse el sudario de la cruz. Su tenue iluminación quedaría apagada por la brisa de la inestable tarde del Viernes Santo.

Ocasión de especial belleza resultó el paso de la hermandad por la calle Corredera y por el Callejón de la Monjas, con un público tan entusiasta como posteriormente desperdigado.
Mientras tanto, rozando las nueve y media de la noche, apareció la cruz de guía de la hermandad del Santo Entierro bajo el pórtico de San Pedro. La cofradía retornaría a su templo en torno a las diez de la noche desde la plaza del Cananeo. El Cristo en su urna y su madre, Nuestra Señora de la Soledad, confiaron en la benevolencia de una noche que, como la propia hermandad, se teñiría de negro. Si la Virgen volvió desde el Cananeo, el Santo Entierro logró, al menos, rodear la manzana del casco antiguo para retornar igualmente a toda prisa hasta San Pedro. La hermandad, como manda la tradición, contó con un acompañamiento de la Corporación municipal, dirigido por el alcalde, y hermano de la cofradía, José Luis Núñez.

La música, también a cargo de la municipal Vicente Gómez Zarzuela, puso banda sonora a la luctuosa noche del Viernes Santo. La hermandad, aún en mano de una gestora parroquial a la espera de que sea nombrada una nueva junta de Gobierno, pudo estrenar la inclusión de los antiguos faroles del paso del Perdón al palio de Nuestra Señora de la Soledad, que procesionó con sus tradicionales candelabros de cola.

Su regreso a toda marcha frenó la penitencia de costaleros y hermanos de fila, que acabarían la tarea en el interior del templo. A partir de ahí, cayó un chaparrón casi histórico en primavera...

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