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Sitios tenebrosos donde respira lo oculto

En el mundo de las tinieblas también se sitúan algunas construcciones inquietantes localizadas en distintas partes del planeta

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G-CANS, la catedral de las tormentas (Tokio, Japón).

Imagen representativa de la Casa de los Tubos (Monterrey, México).

El arquitecto, escritor, periodista cultural y narrador de historias Pedro Torrijos viaja por los lugares más recónditos y a menudo ocultos del planeta, en busca de estructuras y edificaciones singulares, que “revelan lo que los seres humanos somos y que muestran nuestra esencia”, según explica.

En su libro ‘La pirámide del fin del mundo’ describe y cuenta la historia de algunas de las construcciones más sorprendentes que ha descubierto durante sus viajes de investigación, las cuales los seres humanos hemos erigido “empujados por deseos, pasiones y generosidad, pero a menudo lastrados por envidias, odios y maldad”.

Torrijos (Madrid, España.1975; https://pedrotorrijos.com) ha clasificado estas estructuras arquitectónicas que “construimos y transformamos; y a veces abandonamos y olvidamos”, en cinco categorías que considera reveladoras de nuestra esencia: civilización, luz, calma, guerra y tiniebla.


“La tiniebla no es la ausencia de luz. Es una nube de partículas oscuras, luminosas, traslúcidas, cargadas, ligeras y masivas, bailando un vals con múltiples probabilidades”, reflexiona.

“Internarse en la tiniebla no es perderse, es rastrear los patrones invisibles que nos rodean, identificarlos y reconstruirlos lo mejor que sepamos”, señala este investigador, que a continuación describe tres lugares que exponen la naturaleza humana, que sigue siendo misteriosa en muchos aspectos.

Son construcciones rodeadas de leyendas y rumores siniestros, pero que quizá, ¿quien sabe?, contengan algo de verdad...

Bodie State Historic Park. (California, EE. UU.)

Cuando los visitantes acceden al Bodie State Historic Park, un pequeño recinto al aire libre de un kilómetro cuadrado al este de California, junto a la frontera con el estado de Nevada, los guardas siempre les advierten que está prohibido tocar nada de lo que se encuentren una vez cruzados los portones, según Torrijos. 

“Al otro lado hay un pueblo congelado en el tiempo. Platos en las mesas, cuadernos en los pupitres y pianos a media canción. Todo exactamente idéntico a como estaba el día en que se abandonó. Y, según cuentan allí, nada se puede tocar si no quieres que sobre ti caiga la maldición del oro del hombre muerto”, añade.

La maldición se habría originado en el pistolero William S. Bodey, quien en 1859 falleció trágicamente durante una tormenta de nieve, tratando de proteger el oro que había conseguido durante sus búsquedas en el valle de Willow Creek, California, el cual le quitaron quienes encontraron su cadáver, según explica.

En esa zona se fundó más tarde el pueblo de Bodie, California. La leyenda afirma que quienes se llevaban consigo algo del pueblo al abandonarlo sufrían terribles rachas de mala suerte: divorcios, muertes de hijos recién nacidos, enfermedades terribles, según Torrijos.

Por allí todavía ronda el fantasma del pistolero muerto, al que apodaron como Wakeman, ‘El que despierta’, advirtiendo “¡no toquéis lo que es mío!”, según las tradiciones locales.

Sus coordenadas son: 38° 12’ 44’’ N, 119° 0’ 44’’ O.

Casa de los Tubos (Monterrey, México)

La típica casa embrujada suele ser una mansión antigua, como en los cuentos góticos de fantasmas. En México, donde hay un rico folclore que entrelaza vida y muerte, se levanta una obra de arquitectura contemporánea y maldita, según Torrijos. 

Señala que es la casa que construyó un hombre adinerado y viudo, en Monterrey, a mediados de la década de 1970, para cubrir las necesidades de movilidad y devolver la sonrisa, a su hija, una niña discapacitada que necesitaba una silla de ruedas y alguien que la empujase, para desplazarse.

Se diseñó una casa llena de rampas que ascendían en recorridos leves hasta llegar a las últimas plantas, donde se abrían enormes ventanales con vistas a la ciudad, “rampas que giraban en recorridos circulares, tendidas y juguetonas, en una casa formada por prismas circulares que se convertían en patios de diversiones para la niña”, según puntualiza.  

Vista desde fuera, “la casa era extraña y un poco ominosa y los cilindros parecían una colección de silos de hormigón. Los vecinos la llamaron la ‘Casa de los Tubos’” recalca.

Relata que cuando el padre llevó su hija a mostrarle las obras, ocurrió una tragedia, según cuentan las leyendas.  

“Cuando la niña puso una de las ruedas de la silla en la rampa principal, un embrujo poseyó al asiento y lo lanzó pisos arriba. La silla voló arrastrada por una fuerza invisible hasta la última planta, hasta el fin de la rampa. Después cayó quince metros”, señala. 

Las últimas palabras de la niña fueron: “No pertenecen a mi mundo”, y la casa quedó como aquel último día, en obra gris, a medio terminar, según se cuenta.

Sus coordenadas son: 25° 41’ 11.81’’ N, -100° 18’ 58.01’’ E.

G-CANS, la catedral de las tormentas (Tokio,Japón)

Para evitar los devastadores efectos de las inundaciones más virulentas, en Japón construyeron entre 1992 y 1996 una maravilla arquitectónica: el G-CANS o 'catedral de las tormentas', cuyo nombre oficial es Canal de Descarga del Área Metropolitana Exterior, según Pedro Torrijos. 

Explica que “es un sistema monumental de drenaje. Una formidable obra de ingeniería que recoge el agua de las posibles crecidas en una superficie de cinco mil kilómetros cuadrados, de toda el área metropolitana de Tokio, protegiendo de la catástrofe a más de treinta y siete millones de personas.

“El G-CANS se compone de seis silos de contención de 35 metros de diámetro por 65 de altura. Tan altos como un edificio de 21 plantas, tan grandes que cabría la Estatua de la Libertad dentro de cada uno de ellos”, según este investigador.

Pero “su verdadera joya es su estanque de tormentas: una sala de más de 13.000 metros cuadrados de superficie por 25 de altura sujeta por 59 pilares masivos de hormigón. Un espacio subterráneo de las dimensiones del universo”, destaca.

“Hay algo especial en el G-CANS. El espacio del tanque, en su enormidad, en su repetición, en las sombras de sus columnas reflejadas en los charcos, en los restos del agua, es de una belleza sobrecogedora. Como la de una catedral”, según revela.

Torrijos piensa que “cuando nos enfrentamos a estos espacios, nos ponemos en contacto con algo distinto al propio concepto de la arquitectura, que es, por definición, la construcción de espacios para el ser humano”. 

“Es que el G-CANS no está concebido para nosotros. Es una construcción con una penumbra sublime, que escapa a las proporciones del ser humano”, según indica. 

"La belleza de la Catedral de las Tormentas de Tokio aparece cuando nos damos cuenta de que ese espacio es algo a lo que siempre ha aspirado la especie humana: es nuestro intento de controlar lo incontrolable" concluye.

Sus coordenadas son: 35° 59’ 51’’ N, 139° 48’ 42’’ E.

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