La obra comenzaría con la trágica muerte política del anterior dictador, así como lo leen, que en el colmo de la paranoia de poder en la que el cargo y las prebendas personales y políticas inherentes a éste le tenían sumergido, fue incapaz de atisbar siquiera que lo que el le tenía preparado a sus antiguos socios, la hidra de siete cabezas de la justicia, habría de arrastrarle a él en la caída. En este mismo acto se habrían de descubrir los movimientos en la sombra, las traiciones y deslealtades que atesora el poder y, porqué no decirlo, la corrupción que mantenía vivo un sistema condenado a terminar antes o después de la forma que terminó.
El segundo acto se desarrolla a partir de la intervención de la curia y la entrega a la justicia de los apuntados por el dedo de quién, a la postre, alcanzaría el poder, el nuevo opresor político, David Valadez, y transcurre a lo largo de tres largos años de dudas, manipulaciones, indefensión y la terrible duda de que algo se oculta tras el silencio judicial , y en un río revuelto en el ámbito político que termina por llevarse por delante al propio denunciante, varios de sus compañeros de gobierno y parte de su cohorte de fieles.
En medio de todo y como parte fundamental del nudo de la trama se encuentra la gestión de los intereses del pueblo, marcada por las irregularidades administrativas, los abusos hacia los funcionarios que no comparten la política del embudo, ancho para mí, estrecho para los demás, las dudas sobre lo económico y, lo que resulta imperdonable para el pueblo que soporta los impuestos: la ineficacia en la gestión, que ha desembocado en que tras tres años de gobierno de Valadez no se haya hecho realidad una sola de las promesas que hizo a su llegada ni tan siquiera de las actuaciones heredadas de anteriores corporaciones. Sin entrar a valorar su cerrazón en asuntos como el universitario en el que a la vista de la pérdida de valor del convenio urbanístico que lo sustenta, más parece elaborado desde el punto de vista de los empresarios que del de quién debiera defender los intereses colectivos.
El tercer acto comienza con la llegada del adversario a batir, el nuevo líder de los opositores. Hombre de prestigio profesional que aterriza sin bagaje político pero elevado en sus aspiraciones a lomos del descontento ciudadano, la crisis económica, el desempleo y la quiebra institucional y económica del Ayuntamiento. El epílogo, al menos en el aspecto económico, se intuye entre los sonidos de una lira y el calor y la luz del fuego devastador.
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