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Trabajar en equipo sigue siendo una asignatura pendiente

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Trabajar en equipo sigue siendo una asignatura pendiente, más de 100 años después de que en 1916 el ingeniero francés Henry Fayol incluyera el espíritu de equipo entre sus 14 principios de la administración. En clase solo hay que proponer trabajos entre varias personas para que alguien pregunte si es posible hacerlos individualmente. Las malas experiencias son habituales. Alguien acaba trabajando más y responsabilizándose del resultado final, mientras otros se limitan a hacer lo mínimo. A veces la excusa es que no saben o no pueden o, incluso, atribuyen una mayor capacidad a aquellos de quienes buscan aprovecharse. Saben que alguien asumirá la responsabilidad por ellos. Esta experiencia temprana marca e impregna actitudes futuras en el trabajo.

Un error importante es confundir grupo y equipo. Se piensa que, desde el momento en que varias personas se agrupan, el trabajo en equipo va a emerger de forma natural. Lo más probable es que tengamos un conjunto de individualidades forzadas a una interrelación para conseguir un resultado. La primera inclinación es hacia la división del trabajo entre los miembros del grupo, por aquello de ganar eficiencia y ser más operativos. Cada cual hace una parte individualmente, se da un plazo, y luego vemos cómo juntamos todo para que no se note demasiado que cada uno ha ido por su lado. La eficacia es más difícil de evaluar, lo que parece más importante es cumplir plazos sea como sea. 

Si el resultado final es malo se achaca a la complejidad de tener que trabajar en equipo. Si es bueno, quizás es porque alguien se ha encargado de coordinar y hacer encajar unas piezas que no parecían ser del mismo puzle. Quienes han trabajado individualmente más o menos, incluso sin tener en cuenta ninguna interdependencia, posiblemente reciban la misma recompensa que todos, y confirmarán su creencia de que así se trabaja bien en equipo. 

Quienes se hayan quemado en el proceso de hacer encajar todo se debatirán entre la satisfacción de tener un buen resultado, la frustración de ver que el esfuerzo no ha sido equitativo, el silencio para no exponer las miserias del proceso, y el propósito difícil de cumplir de “a la próxima no me pillan”, porque viendo que el “equipo funciona” habrá más próximas. Sin una dirección adecuada un grupo no será un equipo y, como decía Al Pacino en la película “Un domingo cualquiera”, o sanamos como equipo o morimos como individuos.

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