Antes, la atención se centró en el desfile preparatorio, llamado como avances, por parte de los cada vez más famosos armaos de la hermandad. Un año más, Canal Sur TV centró sus miradas en esta singularidad de la cofradía llevándola a todos los rincones de Andalucía. Estos pretorianos son especialmente noticia este año por la conmemoración del vigésimo quinto aniversario de su refundación, hecho que ha sido sujeto de la edición de un cartel resultado de un concurso fotográfico.
Ya en la procesión, la primera imagen fue la del prioste de la cofradía, la de San Antonio, que lució su hábito franciscano marrón. Su paso portado en parihuelas por la cuadrilla de mujeres que entrena y dirige Paqui Rondán, se presentó este año adornado por unas acertadas y delicadas rosas blancas. A partir de ahí, fueron los niños de la hermandad los que pondrían ternura al desfile.
El primer misterio de la hermandad se manifestó sobre su paso aún sin acabar, sobre un monte de claveles rojos. El llamado en otros tiempos Señor de los Azotes -El Señor Atado a la Columna- volvió a sufrir sin piedad alguna los azotes de los dos romanos que lo atormentan tras haber sufrido sentencia. Con ese momento bíblico de la Pasión, la hermandad hace catequesis, mostrando una de las imágenes más sobrecogedoras de la Semana Santa arcense. Detrás del paso, la música de la Agrupación Musical de Nuestra Señora de la Soledad de Paterna de Rivera, ya frecuente en el desfile penitencial del Martes Santo. Tampoco faltaron la banda de cornetas y tambores de Cristo Rey (La Borriquita) de Arcos y la dirigida por Rafael Ibáñez, la Banda Municipal de Música Vicente Gómez Zarzuela, con lo cual el desfile adquirió en algún momento un carácter casi de festival, como se pudo comprobar en un momento de la salida, donde por cada oído penetraban distintas marchas.
Pero sin duda alguna, el momento más esperado de la tarde fue la salida procesional de María Santísima de la Paz, cuyo único toque de color fue el tenue amarillo de sus exornos florales. Blanca como nunca, con total transparencia, la Virgen se asomó a su pueblo ante la observación crítica del público.
Su palio fue una nube blanca flotando en un mar de gentes, un copo de nieve en la primavera andaluza, una mortaja doliente, una pureza sumamente reconfortante y un impacto de claridad a los ojos del creyente.
Nada más salir, saeta para María, besos y flores, y a seguir un largo camino que terminó como Dios manda.
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