Llanto es la risa de la hermosa fuente

Cuarto centenario de la muerte de Luis Carrillo de Sotomayor recordado con actividades sobre la figura del insigne escritor local

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Han pasado 400 años y 18 días desde que falleciera Luis Carrillo de Sotomayor. Esas jornadas no han caído en el olvido para los expertos, para los profesionales que han hecho de la literatura, del periodismo o de la investigación, un modo de vida apasionado en el que han dejado un hueco para que las esencias y los versos del escritor baenense se colaran de madrugada o en la sobremesa. Pero son muchos los baenenses que identifican el nombre de su paisano de hace cuatro siglos con la denominación del instituto de Secundaria de la calle Duque de Ahumada. Y de ahí, no se brinca. Incluso muchos de los alumnos de ese centro dirigido por Antonio García Montes, no han pasado más allá de escuchar su nombre y algo sobre la extensa y concentrada obra en algunas clases de literatura.
Pretender que el cuarto centenario de su muerte (22 de enero de 1610) sirva para promover el mejor conocimiento del poeta, para actualizar los versos en aquel castellano a veces difícil de asimilar y cuántas veces retorcido, fue el objetivo para que decenas de alumnos de tres centros baenenses participaran en una aventura a modo de concurso. Como si la hubiesen llamado algo así como un poema de Carrillo, bien merece un dibujo, ser ilustrado. Jugar a adaptar la mente y los versos del aristócrata baenense a la pluma, cera, pastel o lápiz de sus convecinos, 146.000 días después del óbito; a la mentalidad de adolescentes que ahora empiezan a experimentar los desgarros del desamor, las sutilezas del enamoramiento, la angustia de la soledad, los colores de la ilusión o el dolor de las inseguridades.

Dabutem

Y se marchó el poeta, coronado por sus Décimas, Redondillas y Romances, llevando bajo el brazo los dibujos con las proclamas de esos pinceles capaces de desempolvar serena y hábilmente las solercias, engrandecer humildemente las altiveces y diseñados para engominar copetes... Y miró atrás, justo en el mismo momento en que todos sus ilustradores aficionados, los que le cambiaron un dibujo por un poema y se lo regalaron a perpetuidad, echaban la vista hacia adelante, muy hacia adelante. n

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