Sin embargo, el número dos del mundo plasmó excelentes sensaciones. Con un nivel similar al que el pasado año le llevó a la conquista, por primera vez en su carrera, del Abierto de Australia, que comenzará dentro de dos semanas en Melbourne.
Especialmente en el arranque del partido, Nadal impuso su ley. Rápido de piernas, certero con las líneas y firme en el intercambio. También fiable con el saque. Eso desarboló a Davydenko, al que le endosó siete juegos consecutivos.
El ruso, que había ganado los dos últimos envites contra el balear, que a la postre le proporcionaron los éxitos del Masters 1000 de Shangai y la Copa Masters de Londres, estaba desarbolado y sin soluciones.
Davydenko y Nadal afrontaron el choque con equilibrio en los precedentes. Cuatro victorias para cada uno en los ocho encuentros disputados. No obstante, el ruso sólo había perdido uno de los cinco duelos que habían compartido en pista rápida. En la primera ocasión que coincidieron. En la Copa Masters de Shangai, en el 2006. El resto de triunfos del español habían sido en tierra.
Tras un primer en el que Nadal no dio ninguna opción, el balear tuvo ocasión de ganar en el segundo. En el desempate, el español enmendó una desventaja de 4-1. Llegó a tener dos puntos de partido con el servicio en la mano. Pero los desechó y el ruso alargó el duelo.
De nuevo inclinó a su lado Nadal el partido cuando en el parcial definitivo rompió el saque de Davydenko. Se situó con 3-1, pero su rival llevó otra vez la igualdad al apuntarse el saque del español en el sexto (3-3). El ruso más firme con sus goles a partir de ahí.
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