“La muerte repentina de mi marido por un cáncer, y una enfermedad rara que le diagnosticaron a mi hijo con apenas 16 años me sumieron en una profunda depresión por la que me llegaron a ingresar en Alemania en un psiquiátrico. Me fuí de allí prácticamente desahuciada y, gracias a la rápida intervención de mi hijo mayor, no acabé mis días en un asilo”, lamenta la almeriense de 59 años María del Carmen Rodríguez.
La mujer acudió esta semana a Antequera a un encuentro de andaluces retornados impulsados por la Junta, tras la aprobación del primer Plan Integral para Andaluces por el Mundo que dota a estas personas, y a sus descendientes, de una serie de prestaciones sociales y laborales tras la vuelta a su comunidad.
El consejero de Gobernación, Luis Pizarro, clausuró el encuentro, destacando el “valor” de las personas que retornan a Andalucía, en pos de la mejora y el desarrollo de la propia región.
Experiencias
No todos los que vuelven relatan experiencias tan traumáticas. De media, cada año retornan a Andalucía unas 4.000 personas. Detrás de todos ellos se esconde un amplio abanico de historias: desarraigo social y cultural, búsqueda de nuevas oportunidades, deseos de volver al lugar de origen... “Pero cada historia lleva consigo la ilusión por emprender una nueva vida”, relata la presidenta de la Federación Andaluza de Asociaciones de Emigrantes Retornados, Juana María Sánchez, quien también vivió en primera persona, como hija de emigrantes, los duros momentos de crecer en un lugar que nunca sitió como propio, Francia. “Allí siempre fuí la extranjera”, detalla Sánchez, quien con 53 años observa con melancolía la desorientación que sufren muchas personas al regresar.
Para muchos supone empezar de nuevo. Las segundas generaciones son las que más se animan a volver a la región de sus familiares. Andalucía se hace grande con las nuevas experiencias de sus residentes: bienvenidos de nuevo a casa.
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