Diferente. Si hubiera que utilizar solo un adjetivo para calificar el concierto que ofreció en la noche de este sábado Manuel Carrasco en el Poblado de Sancti Petri, ese sin duda sería “diferente”.
El cantante onubense sorprendió al público e, incluso, se podría decir que lo descolocó, con un concierto atípico, alejado de todo cuanto ha hecho hasta ahora.
Ya lo advertía el propio artista cuando llevaba pocos minutos sobre el escenario: “la gira es un tanto diferente, acústica, sin guitarras eléctricas. Será un concierto más íntimo, más pausado, pero sin perder la esencia. Hemos querido recuperar canciones que teníamos olvidadas. Espero que lo disfruten como nosotros, que venimos con esta cosita en el pecho”.
Y así fue. Diferente ritmo, diferentes temas, diferentes efectos especiales, pero entre tanta innovación algo se mantenía intacto: el corazón que el cantante de Isla Cristina pone en todo cuanto hace. Porque si algo tiene Manuel Carrasco es que da igual cómo lo haga. Él no necesita de grandes puestas en escena ni de excesos sobre el escenario, porque es de esos artistas que únicamente con su voz, su guitarra y su corazón se meten al público en el bolsillo. Y lo demostró con creces como lo ha hecho tantas veces a lo largo de sus casi 20 años de trayectoria musical.
Manuel Carrasco inició el recital en Chiclana sentado sobre un taburete, acompañado por su binomio casi natural en que se ha convertido su guitarra y vestido con un pantalón blanco y una camisa con estampado de leopardo de esas que nunca faltan en su armario. Y como no podía ser de otra manera en alguien como él, que destaca por su sensibilidad y solidaridad, quiso abrir su concierto con un homenaje a las víctimas de la pandemia y para ello entonó el tema Prisión Esperanza, una canción que compuso durante el confinamiento y cuyos derechos han ido destinados a la Fundación Banco de Alimentos de España.
A los que se han marchado a consecuencia de la pandemia y a los que han luchado para salir de ella dedicó también el segundo de los temas: Ámame otra vez.
Tras este continuó con su ya clásico Ya no, tema que vino acompañado de una anécdota. “Cuando estaba componiendo esta canción sentado al piano, me sonaba a otro tema, me parecía que ya existía algo parecido y sentí como si se la estuviera copiando a alguien y luego me di cuenta que me sonaba porque era como un tema que tenía entre los inacabados”, contaba el compositor onubense.
Le siguieron Tenía que decirlo y La Voz de adentro, dos temas cantados como uno solo, o cómo se diría en argot Carnavalero, “perfectamente enchampelados, sin ninguna pausa”. A continuación, sonó A veces te imagino, uno de los temas más populares del artista, y Otoño Octubre.
Seguidamente, y con la naturalidad que le caracteriza pidió prestado el piano a uno de sus músicos. “¿Compare, me dejas tu piano”?, bromeó. Y gracias que se lo prestó porque el artista onubense deleitó a los presentes con un medley (o popurrí) de algunas de sus canciones más conocidas, entre las que se pudieron oír: Que nadie; Mujer de las mil batallas; Libre; Desde que te vi; Dispara lentamente; Llámame loco; Bailar el viento; y Y ahora.
La noche continuó con Entiendo, tema durante el que era prácticamente imposible retirar la mirada de las dos grandes pantallas que escoltaban el escenario, por los logrados efectos de realización. Las imágenes intercambiándose al compás de la música consiguieron robar el protagonismo al propio cantante.
Tras ello llegó uno de los momentos más emotivos de la noche, con el tema Te busco en las estrellas. “Esta canción es la que más disfrutamos siempre versionando en los ensayos. Se la escribí a un amigo que falleció. Es increíble cómo las canciones te acercan q la gente que ya no está”, se sinceraba Carrasco.
Y después le tocó el turno a uno de los mayores éxitos de su último disco: Me dijeron de pequeño.
A esta altura del concierto, el compositor onubense ya tenía al público en el bolsillo, pero para aquellos a los que no le gustan los cambios aún quedaba la segunda parte del concierto, menos íntima, más cañera, más andaluza, más parecida a lo que Manuel ha hecho siempre. Y a partir de aquí ya no faltaron las palmas y los olés y los cantes y los movimientos aflamencados de manos, de los que sabían y de los que, pese a no saber, les salía. El público estaba entregado.
En esta parte sonaron temas como Sabrás; Yo quiero vivir; Déjame ser; Tan solo tú; o Qué bonito es querer. Si en algo destacan las letras de este compositor es porque son pura poesía, ingeniosas metáforas, predican positivismo y buen rollo y alegran al público. Cualquiera de sus versos bien podrían verse reflejados en cualquier producto de la conocida marca de Mr. Wonderful.
En este punto, el público estaba tan entregado y feliz que no dejaban de piropear al cantante con gritos como: Guapo o Viva Isla Cristina.
Y lo mejor aún estaba por llegar. Tras presentar a los músicos que le acompañaban, Manuel Carrasco sacaba su lado más carnavalero y regalaba a los asistentes -como siempre suele hacer en sus conciertos- dos pasodobles. El primero dedicado a los marineros y a la virgen del Carmen, que quiso dedicar a su hermana y a todas las Cármenes. “Voy a seguir con un poquito de Carnaval, que sé que no os gusta nada”, ironizaba. “Hoy es el día de la virgen del Carmen y es un día señalado, que en mi pueblo se vivía intensamente. Aprovechaba siempre las rebajas para comprar la ropa que luego estrenaba el día del Carmen”, bromeaba.
El segundo pasodoble que el onubense eligió fue uno de la comparsa La Ventolera, de Antonio Martínez Ares, concretamente Recuerdo que era mayo.
En este punto, el artista, que se encontraba muy cómodo sobre el escenario, preguntó: “¿Lo dejamos aquí o seguimos?”. La respuesta era obvia: “Queremos más”, contestaba el respetable.
Los asistentes parecían no estar dispuestos a dar por concluido el concierto, así que Carrasco abrió el capítulo de las peticiones. Y así, tras dejarse aconsejar por el público, entonó , El aire de la calle de Los Delinqüentes, Si miras a tu alrededor, Amor planetario y Uno x uno. Poniendo fin así a un concierto diferente, pero de puro oro, como todo lo que toca Manuel Carrasco.
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