El Loco de la salina

Tengo el cuerpo fatal

El otro día dialogué un buen rato con un loco hasta que no tuve más remedio que abrirle la cabeza de un silletazo, porque no me daba la razón.

Publicado: 17/02/2020 ·
01:11
· Actualizado: 17/02/2020 · 01:12
Autor

Paco Melero

Licenciado en Filología Hispánica y con un punto de locura por la Lengua Latina y su evolución hasta nuestros días.

El Loco de la salina

Tengo una pregunta que a veces me tortura: estoy loco yo o los locos son los demás. Albert Einstein

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Si el cuerpo lo tienen fatal, se pueden imaginar cómo tienen algunos el alma, que es la encargada de animar al cuerpo, según decía Aristóteles y otros muchos filósofos antiguos de cuyo nombre ni quiero ni puedo acordarme. No paro de escuchar esa desesperante exclamación por la calle y de boca de los que menos se quejan. Y la dicen como dando a entender que no hay nada que hacer, entre otras cosas porque ya votaron y ahora se lo tienen que comer todo con papas fritas hasta dentro de unos cuantos años, les guste o no les guste. Y todo por el coñazo de los catalanes.

Después de tirarnos demasiado tiempo escuchando las iluminaciones del encarcelado, los deseos del fugitivo y las exigencias de los que lucían el traje de rayas, no me extraña que mucha gente tenga el cuerpo fatal. Y para colmo, los vemos ahora salir del trullo tan campantes y sonrientes, porque resulta que el colega deshabilitado al parecer todavía está habilitado hasta que lo deshabiliten de una puñetera vez  y está loco por verlos otra vez en la calle iluminando las mentes de los que incendian los contenedores y arrasan lo que es de todos. Esos ¿políticos? que continuamente salen por la tele dando el coñazo deberían reconocer al menos que son cansinos, que son más pesados que un collar de sandías de Conil, que seríamos más felices sin tener que desayunarnos con ellos todas las mañanas. Comprendo que viven del tema y que por tanto son unos vividores, que darían la vida por seguir calentando los sillones, que tienen la mollera cuadriculada..., pero ya está bueno lo bueno. Tampoco en el manicomio nos explicamos cómo unos delincuentes, a los que para más INRI les pagamos religiosamente sus abundantes sueldos, pueden manejar de esa forma el destino de todos los que estamos de ellos hasta aquí y perdone la forma de señalar.

Pero ahora la moda es dialogar. Y la verdad es que el diálogo es bueno, aunque por mucho que he dialogado con el director, nunca me ha dejado las puertas abiertas para que me vaya de aquí. En esos diálogos que he tenido con él le digo que me suelte y él me dice que no, pero que vamos a seguir dialogando. Yo estoy dispuesto a seguir dialogando y hablando de todo, pero que, si no deja que me vaya del manicomio, le puedo formar una bulla horrorosa y le voy a echar encima a todos los locos. Pero vamos a seguir dialogando, porque suena bonito, aunque no valga para nada, con las orejeras puestas. Esto es algo parecido a lo que los tebeos llamaban diálogo de besugos, o lo que es lo mismo, marear la perdiz. El otro día dialogué un buen rato con un loco hasta que no tuve más remedio que abrirle la cabeza de un silletazo, porque no me daba la razón.

Al final, ni yo voy a salir del manicomio, ni los delincuentes van a conseguir irse de rositas, pero queda bonito decir que estamos en ello y que nos vamos a reunir mil veces más a ver si suena la flauta. Mientras tanto, por puro interés y mintiendo lo que haga falta, ahí tenemos a unos riéndoles las gracias a los del golpe, a otros abriéndoles las puertas de la cárcel de par en par, a otros inclinando la cabeza ante un inhabilitado hasta crujirle la cerviz, al mismo presidente humillándose y agachándose hasta tocar con la frente el suelo... El problema que tiene eso de agacharse tanto es que el culo se muestra en todo su esplendor. En fin.

 

 

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