En mis cuarenta y dos años dedicados a administrar Justicia he conocido infinidad de letrados y fiscales. Formamos necesariamente un trío imprescindible para vivir esa fascinante aventura de lograr la búsqueda de la verdad, la sentencia justa y, con ella, contribuir a la paz social.
Como de los letrados he tenido ocasión de hablar en otras entregas, quiero referirme ahora a los integrantes del Ministerio Fiscal. En mis tiempos de servicio en los juzgados conté siempre con la cercanía de un fiscal de excepcionales virtudes y preparación, mi querido amigo Manuel Villén Navajas, luego jefe en la Fiscalía de Málaga, y a lo largo de la totalidad de mi carrera he tenido la suerte de colaborar con un Fiscal Jefe en Sevilla absolutamente excepcional, brillante pregonero de la Semana Santa y eficaz miembro de la Real Academia Sevillana de Legislación y Jurisprudencia. Salmantino y sevillano a un tiempo, su bonhomía, altura científica y deleitosa exposición hacía que muchos letrados asistieran a los juicios en que debía intervenir por el solo placer de oírlo y aprender. Me enriquece su sincero cariño al que correspondo con devoción.
Acabo de oír a un miembro del gobierno afirmar que la Fiscalía depende del Gobierno. Esa disparatada aseveración es permanentemente desautorizada por la labor desempeñada por la recientemente cesada Fiscal General de Estado, doña María José Segarra Crespo, en Sevilla desde 1993 y Jefe de su Fiscalía desde 2004. En junio de 2018 fue nombrada Fiscal General hasta su reciente cese, acontecimiento que todo el mundo esperaba pues difícilmente cabría esperar que se plegara a las órdenes de nadie y menos si estas fueran contrarias al orden jurídico. Sin duda, un ejemplo satisfactorio para quienes creemos en la independencia y autonomía de la carrera hermana de la Judicial. María José Segarra -me imagino- habrá sobrevivido a verdaderas tormentas de presiones, pero su integridad y fidelidad al estado de derecho la han mantenido en un podio de ejemplaridad, digno de agradecer por la ciudadanía.
Los fiscales tienen por principal obligación la defensa de la legalidad. Yo he tenido la suerte de tratar siempre con fiscales ejemplares, inconmovibles en esa encomienda, como también de gozar de la amistad de la fiscal cesada para “colocar” a otra, también fiscal, que trae consigo la polémica que nace del hecho de que haya sido una ministra descalificada por su propia conducta y censurada por el Parlamento en varias ocasiones. Es el sentir del sr. presidente del Gobierno. De todo hay en el mundo de las relaciones humanas, de cuya consideración no se salvan jueces ni fiscales. Pero mi experiencia se ha enriquecido siempre con la cercana ayuda de los fiscales con los que te tenido el honor de trabajar, entre ellos el actual Jefe en Sevilla, don Luis Fernández Arévalo. Dicen que la sra. Segarra puede volver a Sevilla. Será una suerte para quienes la admiramos y la queremos y para la propia sociedad, que gozará así de nuevo de una ejemplar servidora pública y una persona extraordinaria.
Los ciudadanos pueden confiar en los jueces y fiscales. La Justicia es la última trinchera para la paz social y unos y otros son cancerberos ante las injusticias, vengan de donde vengan. Yo, que me siento honrado de haberla servido con pasión tantos años, comparto orgulloso esa hermandad con los fiscales con que cuenta España. Mientras quede un juez y un fiscal en mi patria, puede apostarse por la garantía de una Justicia recta e imparcial.
A ellos les dedico estas líneas de fraterno agradecimiento y expresión de la extraordinaria labor que todos realizan en defensa del estado de derecho.
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