El dress code no es más que lo que antes llamábamos código de vestimenta. Muy sencillamente, representa un conjunto de reglas que indica qué tipo de ropa llevar por un determinado grupo de personas en circunstancias específicas.
Algunas profesiones, como la de abogado, nos guste más o menos, tienen un dress code determinado, e incluso rígido, al menos, en nuestras actuaciones ante los tribunales. En el caso de los hombres, la corbata y el traje o americana se hacen imprescindibles en el desempeño de nuestra profesión habitual. Es más, en cuanto a dicho ejercicio estrictamente profesional, la toga se convierte en un elemento obligatorio junto a lo anterior, si bien la pobre suele acompañarnos, sufriendo las idas y venidas a los juzgados en el fondo de algún maletín, y milagrosamente recupera estado natural en las salas de vistas.
Prácticamente en todos los países del mundo, la acción de la Justicia se asocia con el uso de ciertas ropas y la utilización de determinadas enseñas y ritos. Es lo que se denomina guardar sala. Antiguamente, para actuar en los tribunales de Justicia, tenía que cumplirse a rajatabla una exigencia que comprendía no sólo el uso de la toga, sino del traje negro bajo ella, camisa blanca y corbata, calcetines y zapatos también negros, incluso birrete.
Aunque las formas en el vestir se han relajado bastante en general en todas las profesiones, en concreto, muchos jueces, magistrados, abogados y procuradores llevan bajo sus togas el atuendo que más les conviene, pero en nuestro caso, no es menos cierto que se mantiene la obligación de llevar traje o vestimenta acorde con la dignidad de la función judicial y la solemnidad del acto judicial en virtud del Reglamento de protocolo.
Esta relajación es siempre bien recibida, pero sin perder las formas. No se puede negar que vestir correctamente -me refiero al traje y la corbata, y no a la toga- sigue causando respeto, y dignifica no sólo a quien lo usa, sino a quien recibe un servicio profesional o público.
Es claro que esta realidad incuestionable no puede trasladarse a los otros poderes del Estado, como lo son el Legislativo y ahora el Ejecutivo. Pues, si bien ya estábamos acostumbrados a la falta de rigurosidad en la forma de vestir de algunos representantes políticos en el Parlamento, no deja de ser menos impactante ver a un vicepresidente de Gobierno en el Palacio de la Moncloa acudir a su primer Consejo de Ministros en vaqueros.
La sorpresa positiva, por el contrario, ha sido el nuevo ministro de Consumo, que contra pronóstico ha acudido a su primer Consejo de Ministros rigurosamente vestido con un traje de chaqueta y corbata. Y sinceramente, por muy comunista que sea, o por muy mensaje moderno o progresista que se quiera lanzar en lo que a la forma de vestir se refiere, debemos agradecerle que haya dignificado con ese gesto el cargo que partir de hoy va a desempeñar en defensa de los intereses de todos los españoles. Esperemos que no sea el único.
Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es